lunes, 2 de diciembre de 2013

El Efecto Placebo - Uno de los grandes misterios de la medicina











El Efecto Placebo
Uno de los grandes misterios de la medicina

 Leonor Fernández Riva


Existen en la medicina, amigos lectores,  enigmas  que  no tienen todavía una respuesta satisfactoria.  Uno de ellos, el  llamado efecto placebo, siempre ha despertado mi  interés no solo  por sus singulares características sino por las  expectativas positivas que este hecho  representa  para nuestra salud.

Por lo general, cuando  hablamos de efecto placebo nos imaginamos una pequeña píldora inocua que alguien toma con fe para aliviarse de una  dolencia determinada, pero lo que tal vez muchos no conocemos es que ese efecto curativo no  necesariamente se produce por la acción de  una píldora o un  medicamento sino también  por otros factores como pueden ser un ambiente acogedor, unas palabras agradables, la confianza en el personal médico o cualquier procedimiento médico que  produzca un efecto curativo por la fe que despierta  en el paciente y por el poder de su intención terapéutica,  no por su naturaleza en sí mismo.

La fe es,  pues,  un poderoso principio curativo y uno de los principales factores del efecto placebo.  Probablemente  muchos de los llamados  milagros  se han producido y 
se siguen produciendo  por la fe ciega del paciente en el poder de sanación  de quien la decreta.  Las palabras de Jesús de Nazareth  a la mujer curada son dicientes: “ Tu fe te ha salvado".
Herbarius, Taller plantas medicinales medievales, Apotecharius, especieros, notas naturalesEsa capacidad curativa que todos poseemos  ha sido utilizada desde épocas remotas por curanderos, brujos y chamanes,  aunque,  como es natural, todos ellos atribuían la sanación de sus pacientes a sus buenos oficios. En la elaboración de la mayoría de los remedios curalotodo usados durante la Edad Media se hacía uso de elementos insólitos, peligrosos y hasta repugnantes y era precisamente a  través de esos elementos extraños como se lograba generar el efecto placebo.  Revisar la farmacopea de la antigüedad es alucinante por la variedad asombrosa y fantástica de los ingredientes utilizados: veneno de serpientes venenosas, opio, diversas raíces, secreciones, excrementos, etcétera. 


unicornio grabadoUno de los ingredientes fantásticos que en teoría componían algunas de las  preparaciones utilizadas durante el siglo XVI era el cuerno del unicornio. El fármaco así promocionado, era   ansiado por todos los poderosos y  vendido a precios costosos como un poderoso curalotodo.  Entre otras virtudes se le atribuían: ser antídoto contra venenos y remedio para problemas estomacales, epilepsia, mareos, fiebre, impotencia, etcétera. Muchos curanderos  vendían ese fármaco a sus clientes como si realmente estuviera elaborado a partir del cuerno del unicornio,  cuando  lo que en verdad  les suministraban eran dientes de narval (ballena que habita los mares del Ártico y el norte del Océano Atlántico), cuernos de rinoceronte o marfil.
Las extrañas bebidas de vietnam(vino de serpiente) 
En algunas  ocasiones, los compradores sometían esos brebajes a diversas pruebas para comprobar sus poderes curativos. Ponían,  por ejemplo, el cuerno en un recipiente con varios escorpiones y esperaban varias horas. Si los escorpiones morían el cuerno era auténtico. O dibujaban un círculo “mágico” con el cuerno y colocaban una araña dentro para comprobar que la araña no lo cruzase.

 Pero, aunque existiesen  esas pruebas para comprobar el poder del fármaco,  casi nadie las realizaba, fiándose del testimonio de quienes lo vendían, o simplemente por el hecho de no poner en duda la autenticidad del cuerno por si esto anulaba sus cualidades. Hay que tener en cuenta que en la Europa Medieval el unicornio estaba ligado al cristianismo, hasta el punto que llegó a ser una representación de Cristo, significando castidad y pureza, por lo que no estaba bien visto dudar de sus cualidades.

Todos esos componentes nocivos y extraños mantuvieron al médico durante mucho tiempo en un lugar de privilegio y respeto debido a que él era el agente terapéutico, único conocedor y creador de aquellas misteriosas pócimas curativas. De seguro, la mayoría de esos exóticos brebajes no aportaban nada o casi nada a la curación de las dolencias para las que eran requeridos, pero la fe que los pacientes depositaban en ellos ponía en funcionamiento el proceso de sanación.

 Es justo reconocer, sin embargo, que probablemente algunas de estas preparaciones sí tenían efectos curativos,  lo que nos lleva a reflexionar con admiración en la forma  en que en la antigüedad lograron aislar los principios activos de algunos componentes terapéuticos, separar sus elementos de origen, mezclarlos, dosificarlos y almacenarlos.

Se ha observado que algunas características influyen de manera más positiva para lograr el efecto placebo. Por ejemplo, cuanto más grande, vistoso y costoso es el tratamiento médico, el valor simbólico y curativo que el paciente le atribuye, es también mayor. Las píldoras rojas consiguen un mayor efecto que las que no tienen color y cuanto más grandes son, mayor es también el resultado; éste a su vez es más fuerte, si se aplica en inyección que en  pastillas, y más impresionante todavía, si el placebo consiste en  pasar por un quirófano. De allí también el por qué muchas personas  le atribuyen mayor valor curativo a los remedios de casas farmacéuticas reconocidas  que a otros de idénticos componentes,  pero genéricos.

Foto: Una niña enfermaDurante la Primera Guerra Mundial era frecuente que se terminaran las medicinas en el frente de batalla. Sin embargo, los doctores encontraron que podían aliviar y calmar el dolor de sus pacientes con un “placebo”, pastillas que simulaban ser efectivas, o con la noticia de una intervención quirúrgica inexistente. Lo curioso es que un sorprendente número de pacientes que recibía ese “tratamiento” mejoraba. 

De acuerdo a testimonios médicos, si se trata de dolor, muchos pacientes responden al placebo; pero si se trata de cáncer, el resultado es prácticamente nulo. A medio camino hay condiciones como las inflamaciones del intestino, en las que el 40% de las personas a las que se les suministra el placebo declaran sentir la mejoría.

Según una encuesta publicada por el British Medical Journal, más de la mitad de los médicos estadounidenses suministran de forma cotidiana tratamientos placebo a sus pacientes. Incluso ha habido casos en los que se ha demostrado la eficacia de la cirugía placebo, es decir, aquella en la que se lleva al paciente al quirófano, se lo anestesia y se le practica una incisión. Nada más.

alimentacion-en-el-alzheimerLa gran paradoja del efecto placebo es que aun cuando tomemos un medicamento que realmente funciona, necesitamos ser conscientes de que lo estamos tomando para que sea realmente efectivo. Vale decir que este principio funciona en todos los casos. Es decir, el efecto del medicamento se produce en cierta medida no solo por el principio activo de que está compuesto sino porque esperamos que funcione, de modo que si la misma dosis se aplica a personas que por una determinada razón no tienen la misma expectativa de curación, el efecto no será igual. La creencia de que va a funcionar forma pues parte del proceso de curación. Los niños muy pequeños y las personas que por alguna circunstancia se encuentran en estado de inconsciencia no son  favorecidas por este factor curativo.

Pero hay algo que influye también poderosamente en la recuperación del paciente: el efecto cuidado. Se ha comprobado que una atención  solícita y personalizada  por parte del facultativo que atiende al paciente tiene también mucho que ver en su recuperación. En las fugaces  citas médicas a que nos vemos sujetos en la actualidad,  es muy difícil llegar a percibir la calidez, simpatía y acuciosidad del facultativo que nos atiende y mucho menos llegar a confiar en su diagnóstico y en su atención. El efecto placebo pierde así uno de sus principales componentes: la confianza en el médico.

PicassoLos tradicionales y emblemáticos médicos de familia del siglo pasado,  quienes visitaban en sus hogares a sus pacientes,  respondían de manera precisa  a ese perfil sanador. Recuerdo que cuando niña  en dos o tres ocasiones que mi madre estuvo enferma, la llegada del médico de la familia era como una brisa fresca que traía tranquilidad y alivio. Su sola presencia anunciaba la mejoría de mi madre. Y en efecto, por una u otra causa eso siempre ocurría.  La medicina actual  parece haber desechado de sus métodos curativos,  la simpatía y calidez en la atención  de los pacientes, pero es algo comprobado  que una atención más personalizada y agradable por parte de los médicos tiene efectos curativos sorprendentes en los pacientes tratados.

Pero nuestro cerebro también puede enfermarnos. Ese efecto, contrario al placebo,  se denomina  nocevo y se refiere a aquellos casos en los que el paciente no tiene fe  en su médico o en el medicamento que se le está administrando,  así éste sea real y de una casa farmacéutica reconocida,  o como en el caso de las personas hipocondríacas que desencadenan  un efecto negativo en su organismo al creer fehacientemente que padecen determinado mal. Como es fácil imaginar, al tiempo que el efecto placebo  produce  beneficios físicos y reales a los pacientes, el efecto nocebo produce en ellos  todo lo contrario. Se han hecho experimentos en los que realmente se infectó a un grupo de personas con virus y a otras no, pero se les dijo que todas habían sido infectadas.  Ambos grupos presentaron los síntomas.
 
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 Pero, ¿qué es lo que relaciona lo inmaterial de nuestros pensamientos e incluso nuestros sentimientos con el cuerpo humano y sus capacidades? La forma como actúa el efecto placebo sigue siendo un misterio. 




Problema mente-cuerpo
Creer en la idea de que el ser humano es


 A pesar de los descubrimientos realizados en el plano neurológico durante los últimos veinte años, la ciencia no ha logrado descifrar por completo cómo se desarrolla y cómo funciona esa extraña conexión entre el cuerpo y la mente.

Lo importante, sin embargo,  es que esta es una realidad que podemos manejar con inteligencia  en pro de nuestra salud. Como afirma el  doctor Ted J. Kaptchuk,  profesor de Medicina en la Facultad de Medicina de Harvard:

Darnos cuenta de que sólo nosotros tenemos el control de nuestros pensamientos y emociones es todo un descubrimiento. El reto es averiguar el proceso por el que actúa el efecto placebo y aprender a usarlo en nuestro propio beneficio”.

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