lunes, 30 de marzo de 2009

El reality de Camila Parker



Con una amena crónica escrita por Angélica Lagos Camargo de EL ESPECTADOR he querido dar inicio a la columna que escribí hace ya un tiempo, por aquellos días en que el príncipe Carlos de Inglaterra, en contra de la opinión general, decidió casarse con el amor de toda su vida: Camila Parker Bowles. Al verlos hace poco felices, serenos y muy unidos durante su viaje a las islas Galápagos en Ecuador reflexioné nuevamente en la relatividad de las parejas perfectas y en todas esas circunstancias que inspiraron esta columna que hoy pongo nuevamente a su consideración y que fue escrita hace unos años en vísperas del controvertido matrimonio del príncipe Carlos y la plebeya y poco agraciada Camila Parker Bowles.  Dice la periodista:

"La relación entre el Principe Carlos de Inglaterra y su actual esposa, Camila Parker, no ha sido para nada un cuento de Hadas. En 1992 la propia Camilia entendió en carne propia lo que la mayoría de británicos sentía por ella. Una lluvia de panes, lanzados con furia por admiradores de la princesa Diana, la sorprendió en un exclusivo supermercado de Londres, en donde hacía sus compras. Después le llovieron huevos, tomates y durante años, miles de insultos. Diana la llamaba “el Rottweiler” —porque, según decía, era muy fea—; la Reina Isabel aseguraba en los pasillos palaciegos que Camilla tenía cara de caballo y la prensa inglesa la bautizó como “la otra” y “la tercera en discordia”.

"Luego se conocieron detalles íntimos del tórrido romance, que comenzó 20 años atrás durante un partido de polo. Aquella tarde de 1970, Camilla, de 23 años, y Carlos, de 22, sintieron una atracción “casi animal”, según relataron amigos de la pareja. ¿Cuestión genética? Tal vez, si se tiene en cuenta que la bisabuela de Camilla Parker, Alice Keppel, fue la amante del rey Eduardo VII, tatarabuelo del príncipe.

"Fue así como comenzaron sus intensos encuentros. Camilla, quien se casó en 1973 con Andrew Parker Bowles, se convirtió en la amante de Carlos, hasta su matrimonio con Diana, en 1981, cuando la plebeya decidió dar un paso al lado para que la unión del heredero de la corona británica funcionara. Las buenas intenciones duraron poco porque el príncipe no dejó de buscarla.
Carlos le confesaba amargamante a sus amigos que no podía vivir sin Camilla, que era ella su razón de vivir y que no podía soportar más a Diana, una mujer “fría, inexperta y bulímica”. “Me he pasado todos estos años oliendo sus vómitos”, confesó el príncipe.

"Entonces se reanudaron las citas furtivas. En el Palacio de Buckingham ya era un secreto a voces que el poco agraciado príncipe, quien no gozaba del favor popular, tenía una cortesana y estaba enamorado de ella. Diana era sólo un estorbo. Había que esconder el terrible secreto de alcoba. Y así lo exigieron los reyes a los empleados de Palacio.

"Pero la transcripción de una conversación telefónica entre Camilla y Carlos no dejó lugar a dudas del affaire. Un periódico australiano había puesto en evidencia la atracción que sentían. Carlos incluso reconoció que deseaba “ser un tampax” para estar dentro de ella".


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Y ahora sí, mi columna:
El reality de Camila Parker
Leonor Fernández Riva

En una reciente reunión familiar se presentó una gran polémica entre todos los asistentes al tocar alguien el tema del anunciado matrimonio del príncipe Carlos de Inglaterra con Camila Parker Bowles. Los argumentos en contra de los protagonistas fueron vibrantes y hasta crueles: que Camila es una mujer horrible; que está muy vieja; que es inmoral; que no tiene punto de comparación con la desaparecida Lady Di; que Carlos es un pelele ridículo; que cómo puede ser que ahora sea feliz después de haber hecho sufrir tanto a la inolvidable princesa de Gales; que debería haber renunciado a la sucesión porque no merece ser rey, y otras apreciaciones por el estilo en contra de su próximo matrimonio al que desde ya vaticinan un rotundo fracaso.

Es realmente sorprendente observar cómo en pleno siglo XXI algunas personas piensan que los reyes son seres especiales, inmunes a las tentaciones del mundo y de la carne, cuando precisamente las monarquías se caracterizaron siempre por el desenfreno y permisividad de sus costumbres y sólo después de la Revolución Francesa y la posterior caída de los zares aplacaron un tanto sus excentricidades, pero sin lograr aquietarse del todo,  tal como podemos percibir de vez en cuando por los titulares de los periódicos. Sorprende también, y mucho, que el matrimonio de uno de los miembros de esta clase jurásica en peligro de extinción despierte tanta controversia y apasionamiento cuando lo que "realmente" debería ser cuestionado es que existan todavía monarquías, aunque éstas sean constitucionales como en el caso de la que nos ocupa.

Con todo, como veo que el tema apasiona tanto, he abierto un pequeño paréntesis a temas más serios para discurrir un poco sobre este "reality" que según parece ha sido ganado ampliamente por Camila.

Carlos, su principal protagonista, no resultó particularmente favorecido en el reparto de carisma y simpatía. Ni es tampoco, por su apostura y gallardía, el príncipe azul que imaginamos las mujeres en nuestros sueños. Esta carencia de atractivos físicos no deja de tener su importancia en un momento en que se profesa tanta idolatría por la belleza masculina y femenina. Por otra parte, le ha tocado a Carlos, como heredero al trono, desempeñar un papel ambiguo, incómodo y de largo aliento, capacitándose durante toda su vida para ocupar un cargo que la fortaleza y longevidad de su madre tornan cada vez más lejano e improbable. ¿No será que Carlos se cansó de esperar lo inesperado y quiere ahora convertirse en rey aunque solo sea del hogar que piensa formar con Camila Parker?

Me preguntó cuántas veces, en medio de la soledad e inutilidad que han sido sus compañeras más constantes, habrá meditado Carlos lo absurda y limitada que resulta la existencia de un rey en la era moderna. Un poco de molicie y buena vida, es cierto, pero opacadas casi completamente por los indiscretos e incansables paparazzis, que no permiten echarse una canita al aire en completa privacidad. ¡Qué diferencia con algunos de sus brillantes antepasados! Un Enrique VIII, por ejemplo, para quien fue tan fácil prescindir de sus esposas y amantes inoportunas o incómodas y quien tampoco tuvo reparos en mandar al diablo al Jefe de la Iglesia romana cuando desaprobó sus viscerales procedimientos.Y Camila, ¿será en verdad la retorcida y calculadora mujer que nos han hecho creer? ¿O más bien una mujer admirable, dotada mezquinamente por la naturaleza -eso está a la vista-, pero quizá atractiva, cálida y divertida en la intimidad?

En un documentado artículo publicado en la revista Semana el 12 de febrero del presente, se afirma que Camila "es una mujer inteligente y discreta, carente de toda vanidad personal. Una persona sin pretensiones que se ganó su lugar por ser una buena compañera y a quien, para tranquilidad de Carlos, sus hijos William y Harry aceptan. Que las apariencias engañan y que Diana era una mujer consentida, caprichosa, bulímica, poco inteligente y ante todo insegura, quien compensaba estas deficiencias con el sentimiento de ser una estrella: la mujer más famosa del mundo y que trabajó en ello más que en su matrimonio. Tanto es así que, con tal de destruir a su marido, salió a contar las mutuas infidelidades a los cuatro vientos sin importarle el daño que hacía a sus hijos".  Y, agrego yo, que parece disfrutó también, opacando aun más la deslucida figura de su esposo. 

Camila es una mujer de cuidado, precisamente porque no ha basado su encanto en el atractivo físico sino en esos detalles imperceptibles que no pueden ser reproducidos en las fotos ni en los videos, pero que son los que unen o separan a las personas. Una lección para nuestra sociedad "ligth" que basa el éxito conyugal y profesional de una persona en su apariencia física y que ha ido, paulatinamente, inculcando a las mujeres rígidos patrones de belleza que deben ser alcanzados a cualquier costo.

Este "reality" ha sido ganado por Camila en justa lid. Todos conocemos el dicho "en la guerra y en el amor todo está permitido". El amor de Carlos y Camila ha sido una carrera de resistencia que ha durado 35 años. La pareja debió superar muchos obstáculos y desaciertos para llegar a este día, pero tal parece que ahora están decididos - hablando en términos "reales"- a "coronar" su relación con todo éxito.

Hay quienes afirman que antes de haber dado este paso Carlos debería haber renunciado a su posible investidura. Discrepo rotundamente, porque no creo que tenga que hacer algo que nadie le ha exigido. De todos modos, si se llegara a presentar esta alternativa, sabríamos cuánto "realmente" vale para el eterno sucesor al trono del Reino Unido su relación con Camila Parker. Pienso que sería maravilloso que nuevamente un rey o cuasi rey renunciara al trono que ha esperado toda su vida, para ser feliz públicamente junto a la mujer que ama.

El tiempo lo dirá. Pero, romántica empedernida, creo que esta vez sí triunfará el amor.
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