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¿Un peruano con suerte... o con talento?
Leonor Fernández Riva
Leonor Fernández Riva
El premio Nobel que la Academia Sueca ha otorgado a Mario Vargas Llosa, un escritor calificado como monumental por la comunidad literaria mundial, es un honor no solo para las letras y el pueblo peruano sino también para toda Latinoamérica. Desde 1990, año en el que el Nobel fue concedido a Octavio Paz, ningún otro escritor de lengua española se había hecho merecedor a este galardón, razón de peso para que todos los latinoamericanos e hispanoparlantes celebráramos como propio este gran acontecimiento.
Mario Vargas Llosa no es un aparecido en la literatura. Hizo parte del boom latinoamericano, el movimiento de jóvenes escritores que en la década de 1960 a 1970 cambió la forma en que la cultura latinoamericana era vista en Europa; movimiento en el que también militaron en su momento Julio Cortázar, de Argentina; Carlos Fuentes, de México; José Donoso, de Chile, y Gabriel García Márquez y José Ortiz, de Colombia. Vargas Llosa nació para escribir. Y lo ha hecho con genialidad, dedicación y disciplina a lo largo de más de cincuenta años. Su genio ha sido reconocido y premiado en todos los medios y concursos literarios. El Nobel era prácticamente el único premio que aún no había recibido. La lista de reconocimientos a su obra es bastante larga. Aquí me refiero a algunos de ellos:
Premio Leopoldo Alas, por el cuento "Los jefes" (1959); Premios Biblioteca Breve y de la Crítica Española, por "La ciudad y los perros" (1963); Premios de la Crítica española, Nacional de Novela en Perú y Rómulo Gallegos del Instituto de Cultura y Bellas Artes de Venezuela, por "La casa verde" (1967); y Ramón Godó Lallana de Periodismo (1978-1979), por "La libertad y la crítica"; Premios Literarios del Instituto Italo-Latinoamericano (1980), por "La tía Julia y el escribidor"; el Pablo Iglesias de Literatura (1981), por "La guerra del fin del mundo". Los premios Hemingway (1985); Jerusalén (1995); Mariano Cavia de Periodismo (1997); Internacional Menéndez Pelayo (1999); Libro del Año de los Libreros de Madrid (2001), por "La fiesta del Chivo"; y la Medalla peruana de la Orden El Sol (2001). El Premio de la Asociación Dominicana de Periodistas y Escritores (2002); el Nabokov del Pen Club de EEUU (2002); el Internacional de la Fundación Cristóbal Gabarrón de las Letras (2002); Bartolomé March al mejor ensayo de crítica literaria (2002) por "La verdad de las mentiras"; Premio Ateneo Americano de la Casa de América (2002); Gran Premio de Budapest (2003); y la Medalla Honorífica del Congreso peruano, en grado de Gran Cruz (2003). Galardonado igualmente con el Premio Internacional Grinzane Cavour, de Italia (2004); el Mercosur a las Letras de la fundación argentina Konex (2004); el Fernando Lázaro Carreter (2005); el Irwing Kristol, del American Enterprise Institute-AEI (2005); la Medalla Internacional de las Artes de la Autonomía Madrileña (2005); el Internacional Don Quijote de La Mancha (2009); la Orden Rubén Darío, de Nicaragua, en grado de Gran Cruz (2006); y una larga lista de doctorados "honoris causa" de Universidades de España, América, Europa e Israel. El 24 de septiembre de 2009 fue galardonado con el Premio Internacional de Ensayo Caballero Bonald 2009, dotado con treinta mil euros, por su libro "El viaje a la ficción. El mundo de Juan Carlos Onetti " (2008), una obra en la que analiza en profundidad la vida y la obra del escritor uruguayo, al que define como "el primer escritor moderno en nuestra lengua".
Pareciera entonces que el pasado siete de octubre América entera vibraría de orgullo al enterarse de que el más alto reconocimiento concedido a un escritor había recaído en uno de sus hijos más ilustres, el escritor Mario Vargas Llosa.
No ha sido así. El Nobel tiene muchos antagonistas. Quienes no le perdonan a Mario Vargas Llosa su alejamiento de las ideas izquierdistas se solazan en ubicarlo en una derecha recalcitrante. Ignoran o quieren ignorar que es un hombre de centro derecha, un demócrata en el mejor sentido de la palabra, comprometido solo con la libertad.
En un orbe interconectado en el que el inglés se ha convertido en el vehículo fundamental de la globalización, el castellano expande sus fueros. Las palabras del escritor ayudan a crear un mundo mejor, más libre y solidario, más auténtico y real. Los verdaderos escritores son oráculos de ideas. Vargas Llosa ha estado siempre consciente de ello. Por eso, de manera responsable, ha intervenido en los grandes debates de nuestro tiempo. No hay tema relevante que su poderosa inteligencia no haya analizado. La democracia tiene en él a uno de sus más sólidos defensores. Su pluma ha estado siempre al servicio de la libertad, y sus novelas, al contrario de lo que dicen sus detractores, no están teñidas de politiquería, de racismo ni de cualquier otro factor excluyente o vindicador. En el año 2008 retiró en España su apoyo público al Partido Popular para dárselo a la formación Unión Progreso y Democracia (UPyD), porque como lo expresó en ese momento no se sentía representado en "actitudes conservadoras reticentes" respecto al laicismo o la homosexualidad. Ya mucho se ha hablado de este tema y bien sé que las posiciones de algunos medios literarios son a este respecto inamovibles. Hay demasiado resquemor. No fue pues una buena noticia para algunos de ellos enterarse de este nuevo reconocimiento hecho por la Academia Sueca a Vargas Llosa.
En un orbe interconectado en el que el inglés se ha convertido en el vehículo fundamental de la globalización, el castellano expande sus fueros. Las palabras del escritor ayudan a crear un mundo mejor, más libre y solidario, más auténtico y real. Los verdaderos escritores son oráculos de ideas. Vargas Llosa ha estado siempre consciente de ello. Por eso, de manera responsable, ha intervenido en los grandes debates de nuestro tiempo. No hay tema relevante que su poderosa inteligencia no haya analizado. La democracia tiene en él a uno de sus más sólidos defensores. Su pluma ha estado siempre al servicio de la libertad, y sus novelas, al contrario de lo que dicen sus detractores, no están teñidas de politiquería, de racismo ni de cualquier otro factor excluyente o vindicador. En el año 2008 retiró en España su apoyo público al Partido Popular para dárselo a la formación Unión Progreso y Democracia (UPyD), porque como lo expresó en ese momento no se sentía representado en "actitudes conservadoras reticentes" respecto al laicismo o la homosexualidad. Ya mucho se ha hablado de este tema y bien sé que las posiciones de algunos medios literarios son a este respecto inamovibles. Hay demasiado resquemor. No fue pues una buena noticia para algunos de ellos enterarse de este nuevo reconocimiento hecho por la Academia Sueca a Vargas Llosa.
Y, sin embargo, difícilmente se podría encontrar un enunciado más despectivo para reseñar este acontecimiento que el de " Un peruano con suerte “ título de una columna escrita por alguien a quien admiro mucho, el reconocido escritor palmirano Julio César Londoño, en la que el autor hace gala de su habitual estilo sardónico. Por lo general este ingrediente añade picante a sus columnas pero en esta ocasión me ha sorprendido negativamente porque sus comentarios sesgados e irónicos en contra de Mario Vargas Llosa no solo pecan de falta de elegancia y altura sino que evidencian una no disimulada ojeriza para con el genial escritor peruano… y cierta xenofobia por el país hermano.
Como Mario Vargas Llosa es un autor que admiro profundamente y como me parece de pésimo gusto no solo cuestionar el premio por él recibido sino también calificar peyorativamente al Nobel como “el peruano”, como si su nacionalidad fuera motivo de escarnio y se olvidara la sincera alegría con la que el pueblo hermano del Perú festejó fraternalmente nuestra alegría hace veintinueve años cuando Gabriel García Márquez recibió el Nobel de literatura, voy a comentar punto por punto esta desafortunada columna. Para efectos de claridad -exenta del todo de un carácter peyorativo- seguiré refiriéndome en adelante a su autor como “el columnista”:
De entrada, el columnista califica a Vargas Llosa como bello, rico y talentoso, pecados difíciles de perdonarle porque tal parece que a su criterio para convertirse en un reconocido escritor se requiere ser feo, bruto e indigente. Y es que a Vargas Llosa muchos literatos le hubieran podido perdonar ser un parásito social, un aventurero, un picaflor, un delincuente, un bueno para nada, pero de ninguna manera, un escritor de talento.
Siguiendo en el mismo plano personal, hace luego el columnista referencia a la fortuna que ha tenido Vargas Llosa al cometer incesto en sus dos matrimonios. Algo inexacto porque en ninguna de las dos relaciones existía un vínculo de sangre cercano y su primera mujer era tía..., pero tía política. En este punto me parece del todo inútil envidiar al “afortunado peruano” porque si nos sentimos tentados a imitarlo podemos muy bien tomar en nuestra propia vida las acciones pertinentes. Total, el mundo es mucho más abierto ahora a este tipo de cosas que hace cincuenta años.
Es por demás desafortunado acudir a situaciones personales para enturbiar la obra de otro escritor. Si los factores negativos o cuestionables de la vida de muchos autores mermaran en algo sus méritos literarios nos quedaríamos sin qué leer.
Califica luego el columnista las novelas del “peruano” como “carentes de forma y de fondo”. ¡Qué exabrupto! Sus obras han sido analizadas, premiadas y consagradas por la más exigente crítica literaria. Vargas Llosa ha alcanzado no solo el reconocimiento mundial sino el mejor galardón que puede recibir un escritor: la adicción de sus lectores. Sus novelas no necesitan ser defendidas. No voy, pues, a referirme aquí a obras tan extraordinarias como ¨La casa verde¨, ¨Pantaleón y las visitadoras¨, ¨Los cachorros¨, ¨Lituma en los Andes¨, ¨Conversación en la Catedral¨, ¨La guerra del fin del Mundo¨ o ¨La fiesta del chivo¨ …, ni tampoco a sus excelentes ensayos y obras de teatro sobre los que el columnista afirma, sin temblarle el pulso, “que son más aburridas de lo que habitualmente son las obras de teatro”. Pero si bien no voy a referirme a sus obras consagradas o a sus magníficos ensayos sí voy a hacer una referencia muy sucinta a algunos de los libros citados despectivamente en esta columna:
Los jefes, un tomo de cuentos escritos por Vargas Llosa a la edad de ¡diecinueve años! Una obra excelente que sigue teniendo vigencia luego de ¡cincuenta y tres años!
La ciudad y los perros, escrita por Vargas Llosa a los veintiséis años y merecedora de los premios Seix Barral y Crítica de España. Se afirma en la columna que “nadie hoy en día la lee”, y anoto yo: como tampoco nadie lee hoy en día ninguna de las grandes obras maestras de la literatura, y otras de mucha menor trascendencia. Me temo que ese no es un baremo apropiado para medir la calidad de una obra.
La tía Julia y el escribidor (1977), de la cual cita el columnista uno de sus párrafos para demostrar, según dice, “lo flácido de sus textos”. No puedo menos que pensar en la casualidad de que sea precisamente esta una de mis obras preferidas. Difiero diametralmente de ese criterio porque pienso que en ella Vargas Llosa dibuja de manera genial, sí, genial, la dicotomía entre la alta literatura y la literatura de consumo, representada por dos personajes: el mismo Mario, que admira a los grandes autores y aspira convertirse en un autor serio y vivir en una buhardilla en París, y Pedro Camacho, que incluso revela cierta ignorancia libresca, pero que sin mayores aspiraciones vive solamente para escribir y escribir durante horas y horas. El novel escritor que era Vargas Llosa en ese momento ( cuarenta y un años ) no puede menos que expresar sincera admiración por el "escribidor", pese a considerar inferior esa rama folletinesca de la literatura. Le aconsejo al columnista que la lea. Pero que la lea sin prejuicios y aceptará aunque solo sea para sus adentros que esa es una obra realmente encantadora. Sé que eso sucederá porque él también tiene un fino sentido del humor. Y es que un libro expresa mejor que muchas palabras lo que es la literatura: contar una historia interesante con gracia.
Pasemos ahora a Historia de un deicidio, ensayo sobre la obra de García Márquez que fue concebido en un principio por Mario Vargas Llosa como su tesis doctoral debido a la sincera y profunda admiración que le unía al escritor colombiano. Sobre este ensayo expresa el columnista con manifiesta “tiraderita”: “…a pesar de que nadie lo ha leído, o tal vez por eso mismo… es famosísimo”. Olvida que debido al distanciamiento entre estos dos grandes escritores este ensayo estuvo archivado por más de treinta años. Pero aquellos privilegiados que sí lo han leído lo describen como lo mejor que se ha escrito sobre la obra cumbre de García Márquez. En él podemos observar algo que no es muy frecuente en el medio literario: generosidad y largueza en el reconocimiento a la obra de otro autor. Para muestra este pequeño fragmento:
“Cien años de soledad es una novela total porque pone en práctica el utópico designio de todo suplantador de Dios: describir una realidad total, enfrentar a la realidad real una imagen que es su expresión y negación. Esta noción de totalidad, tan escurridiza y compleja pero tan inseparable de la vocación del novelista, no solo define la grandeza de Cien años de soledad: da también su clave. Se trata de una novela total por su materia en la medida en que describe un mundo cerrado desde su nacimiento hasta su muerte y en todos los órdenes que lo componen –el individual y el colectivo, el legendario y el histórico, el cotidiano y el mítico- y por su forma, ya que la escritura y la estructura tienen, como la materia que cuaja en ellas, una naturaleza exclusiva, irrepetible y autosuficiente”. (Historia de un deicidio, página 533).
El tema del sexo en las novelas de Vargas Llosa parece ser otro punto particularmente molesto para el columnista. Me extraña esta particularidad porque el sexo es algo implícito en la literatura moderna que está también presente en las obras de García Márquez y en la de otros reconocidos autores. Ese es un atractivo adicional de sus obras. Ciertamente, las novelas del “peruano” son deliciosamente eróticas, pero sin llegar nunca a rebasar esa fina línea que separa lo erótico de lo pornográfico. Cito aquí el pensamiento de Vargas Llosa al respecto: “El erotismo es una manifestación de civilización; no existe en pueblos primitivos. Cuando una sociedad se va distanciando de su origen primitivo —en el cual la relación amorosa se diferencia muy poco de la cópula animal— y se va refinando y con ello rodeando de ritos, es que puede desarrollarse el erotismo”. Un erotismo que Vargas Llosa sabe plasmar con maestría no exenta de humor sin llegar para nada a banalizar o agotar el tema como afirma el columnista.
Las comparaciones son siempre antipáticas; no obstante, el columnista -entregado en cada renglón de su columna a demeritar la obra del Nobel- compara al “peruano” con tres escritores que a su juicio recibieron injustamente como él ese premio. Es hasta ridículo comparar a Vargas Llosa con José Echegaray, quien efectivamente recibió equivocadamente el Nobel de literatura en 1904 ya que debieron concedérselo sí, pero no en literatura sino en matemáticas. Tampoco puede ser comparado ni de lejos Vargas Llosa con Elfiede Jelinek, una escritora prolífica y de gran talento que por sus ideas feministas sigue, a pesar del tiempo, acusando el ataque de los sectores machistas de la literatura. Y desde luego tampoco se puede comparar el “peruano” con Jean Marie Le Clezio, a quien el columnista cita despectivamente a pesar de que en mi concepto su obra La Música del hambre es conmovedora.
A continuación, y utilizando nuevamente la nacionalidad del Nobel como motivo de escarnio, el columnista formula la pregunta que verdaderamente le ha quitado el sueño: “¿Merecía el Nobel el “peruano?” La respuesta es huidiza.
El “palmirano” ( aclaro que uso el gentilicio solo para demostrar lo peyorativo que puede ser este término en un comentario) nuevamente se va por las ramas aunque deja entrever que su candidato para recibir ese premio era el japonés Haruki Murakami. Qué pena que un escritor de la talla de Julio César Londoño haya perdido su objetividad ante la ojeriza que siente por Mario Vargas Llosa. El triunfo del “peruano” no es solamente el triunfo de un gran escritor o de un país, es la victoria del hispanismo moderno y de la portentosa cultura latinoamericana. El Nobel con el que la Academia Sueca premió al hombre también ensalzó el idioma que lo ha hecho grande. El japonés, de solo sesenta años enfrentados a los setenta y dos de Vargas Llosa, bien puede esperar por el Nobel uno, dos o varios años más y entretanto acrecentar su obra. Este no es de ninguna manera para Murakami: El fin del mundo.
Cita a continuación el columnista los nombres de destacados escritores que mereciéndolo no recibieron el Nobel. Un error muy lamentable de la Academia Sueca, NO de Vargas Llosa. Creo que el columnista convendrá conmigo en que sería muy largo hacer la lista de todos los que lo han recibido y que según da a entender deberían sentirse culpables por todos aquellos que no corrieron similar suerte. Pero el error en el caso de Mario Vargas Llosa no es que le hayan otorgado ahora el Nobel, sino que se hayan tardado tanto en otorgárselo.
El columnista incurre a continuación en un lapsus calami al citar a Kafka como uno de los escritores a los que la Academia Sueca desaprensivamente no les concedió el Nobel. Grave error porque en ese caso a Kafka tendrían que habérselo concedido de manera póstuma ya que su obra así lo fue.
Concluye su columna el columnista en la misma poco elegante forma en que la empezó: “A pesar de su Nobel, de su gloria y de sus grandes tirajes (le faltó decir: y de sus miles de lectores) Mario Vargas Llosa será siempre un escritor de segunda fila en el hemisferio austral”.
Me siento en la obligación de sacar al columnista de su error: Mario Vargas Llosa no está haciendo fila. Ha sido ya consagrado como uno de los grandes genios de la literatura de todos los tiempos.
Como quiera que sea, “el peruano con suerte” navega ya a años luz, muy distante de estas pequeñas mezquindades. A esa altura los dardos envenenados de la crítica y la inquina no pueden alcanzarlo. Vargas Llosa no necesita que su talento y su obra sean defendidos por nadie y mucho menos por alguien tan invisible como yo, pero me pareció necesario hacer estas aclaraciones al querido maestro Julio César Londoño con quien en este punto difiero diametralmente.
En algún momento de sus recientes apariciones públicas Vargas Llosa expresó lo siguiente:
Quisiera que mis libros fueran buenos libros, desde luego. No es que esté jugando a modesto, pero yo no sé lo que realmente valen mis libros. Tengo indicios que son muy halagadores en muchos sentidos, pero también sé que muchas veces la suerte determina el éxito, y no el talento. Se sabrá lo que valen mis libros cuando ya no estemos aquí”.
Puede usted estar tranquilo, Mario; sus libros no solo son buenos, ¡son excelentes! Nos ha hecho usted disfrutar con su lectura momentos inolvidables. Gracias por haberlos escrito. Gracias por seguir escribiendo. Gracias por este alegrón que ha dado usted a su patria, a Latinoamérica y a todo el hispanismo. Y no se le ocurra irse todavía; le falta aún mucho por escribir y compartir con sus lectores.
Leonor Fernández Riva
Cali, Octubre 14 de 2010
Esta columna de la autora y otras de diferentes escritores que desde sus columnas salieron a defender el Nobel otorgado al gran escritor Vargas Llosa, tuvo la siguiente respuesta del escritor palmirano Julio César Londoño autor de "Un peruano con suerte". La transcribo porque me parece de interés para los lectores de este blog de opinión:
Esta columna de la autora y otras de diferentes escritores que desde sus columnas salieron a defender el Nobel otorgado al gran escritor Vargas Llosa, tuvo la siguiente respuesta del escritor palmirano Julio César Londoño autor de "Un peruano con suerte". La transcribo porque me parece de interés para los lectores de este blog de opinión:
Los fans de Mario
La Plana Por Julio Cesar Londoño
El País, opinion columna Octubre 20 de 2010 , 18:00
El sábado antepasado el chat de mi columna en El Espectador colapsó por el alud de comentarios de los lectores. ¡Más de cien! Había allí rosas y tomates. Más tomates que rosas, a decir verdad, y todo porque dije que Vargas Llosa era, comparado con Borges, Gabo, Rulfo y Neruda, un escritor de segunda fila del hemisferio austral. Alguno dijo que yo estaba muerto de la envidia. Creo que sobreestiman mis ambiciones. Es como pensar que estoy molesto con Angelina Jolie porque ella anda con el monito ese en lugar de fijar sus ojazos en este apuesto columnista.
Otro dijo que yo era un novelista mediocre. Es el colmo. Que me llamen mediocre mediocre vaya y venga, pero lo de “novelista” es una sindicación que me ha herido en lo más hondo.
.Sin nombrarme (seguro piensa que si lo hace me consagra) Juan Carlos Botero atacó la tesis central de mi columna: Vargas Llosa no ha creado un solo personaje memorable. Para refutarla, Botero hizo una lista de la espléndida galería de personajes de Vargas: el ‘Pichula’ Cuéllar, la niña mala, el barón de caña brava, el Jaguar, Mayta, Alberto, Roberto, Ruperto “y muchos más”. Me rindo. Ante semejante constelación, ¿qué significan los nombres de Úrsula Iguarán, el coronel Aureliano Buendía, Amaranta, Pedro Páramo, Susana San Juan o la Maga? Nada. Son nombres escritos en el agua... ¡Lo mejor fue que en el chat de Botero todo el mundo entendió que se refería a mi columna y lo molieron! Hombre, Juancho, hagámonos pasito, ¡al fin y al cabo tú y yo nos estamos disputando coco a codo el puesto 47 en el escalafón nacional!
Cuando dije que Vargas era bello, rico, talentoso, suertudo y peruano, nunca pensé que la excelente poeta Leonor Fernández Riva, columnista del gran rotativo Occidente, encontrara ofensivos estos adjetivos; en especial “peruano”. Para vengar el honor de Vargas me escupió una palabra tremenda: ¡Palmireño! Caramba, Leo, estás enriqueciendo el diccionario universal de la injuria.
.Pero el defensor más tremendista de Vargas hasta ahora es el señor que fue capaz de escribir en la Gaceta de El País que García Márquez padecía de “verborragia lírica”. Semejante disparate en boca de uno de los mejores periodistas de Colombia, José María Baldoví, sólo puede ser una provocación. Pero lo que empieza mal tiende a empeorar: añadió que Vargas es superior a Gabo porque la literatura de Vargas es citadina y la de Gabo rural. ¡Recórcholis! Con este criterio podemos demostrar que cualquier rapero es superior a Miguel Hernández. No contento con acuñar la exótica tesis, nos restrega que mientras Vargas escribe periodismo sobre los grandes temas de la política mundial, Gabo escribe sobre Shakira. Hombre, José María, hasta tus nietos saben que Shakira es más importante y talentosa que todos los políticos contemporáneos juntos.
.Sumando errores, remata anotando que Vargas ha escrito teatro (dramas que nadie ha comentado, por cierto) y varios libros de crítica. Calla, taimado, que es una crítica reseca, desangelada, estilo enciclopedia. ¿Recuerda usted algún postulado poético de Vargas? Yo tampoco. La pobreza crítica de Vargas bordea la indigencia; tanto, que nadie, ni siquiera sus adoratrices más calenturientas, han osado poner su nombre al lado de Valéry, Borges, Reyes, Steiner o Bloom. ¡Más les vale!
***
En respuesta a esta columna la autora del Blog Leonor Fernández Riva envió el siguiente mensaje al columnista
Fecha 21 de octubre de 2010, 10:20
¡Caramba, Julio! Gracias por nombrarme en tu columna. Me has hecho caer en cuenta de que a veces uno criticando a los famosos también se puede hacer famoso. Como dirían en Medallo: con nuestras columnas podemos muchas veces “chupar rueda”. Voy a tener eso muy presente para próximas intervenciones. Gracias por lo de “excelente poeta”, aunque personalmente me gusta más el término poetisa, porque lo que yo realmente hago es poetizar. Pero de acuerdo con esa aptitud literaria recuerda que también me gusta rimar; por eso te aclaro que en mi columna no te llamé palmireño sino palmirano, porque rima más con peruano. ¿No crees, querido Julio? Bueno, y recuerda que todo es con mucho cariño. Escribidores somos, escribiendo estamos y por el mundo andamos.
21 de octubre de 2010
Amigos:
La polémica suscitada con motivo del Nobel otorgado a Mario Vargas Llosa
está ¡como para comprar balcón! Por eso les recomiendo a quienes deseen profundizar en el tema
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