martes, 27 de abril de 2010

Había una vez, hace muchos, muchos años




Sí... hace doscientos cinco años, el 2 de abril de 1805 nació en Odense una pequeña ciudad de Dinamarca, un niño que tendría la sublime misión de despertar la fantasía y los sueños de los niños de todo el mundo. Este niño era: Hans Christian Andersen.

Andersen creció en una familia muy humilde –su madre era lavandera y su padre zapatero remendón-, pero esto no fue obstáculo para que amara apasionadamente la lectura y para que, al hacerse hombre, se convirtiera en el gran escritor que supo recrear con imaginación y sensibilidad un sinnúmero de historias encantadas en las que los niños fueron casi siempre, los principales protagonistas.

Mi infancia estuvo marcada por esos cuentos deliciosos que me depararon siempre una gran ensoñación y a la vez, y casi sin darme cuenta, muchos momentos de reflexión. Cómo olvidar, a pesar de los años, el bello mensaje del patito feo, que para sorpresa de todos y de él mismo se convirtió al crecer en un precioso cisne; o la soledad infinita de la linda fosforera en cuyo hambre y frío nadie reparó en medio del bullicio y la prisa consumista de la Navidad; o aquel otro, del niño que con su inocencia puso al descubierto en, El traje nuevo del emperador, lo que los mayores con sus miedos y prejuicios no se atrevían a reconocer.

Irónicamente, hoy, en el bicentenario de su nacimiento, llegan desde Dinamarca para los niños humildes de Colombia, no los cuentos encantados escritos con tanto amor por Hans Christian Andersen sino un mensaje de odio y de terror representado por las donaciones hechas a las FARC por la organización danesa Foreingen Oproer, “Rebelión” con el fin de que ese grupo armado adquiera armamento para destruir sus hogares, sus poblados, sus puentes, sus torres de energía; para sembrar las minas quiebrapatas que los dejarán mutilados o muertos; para acabar con sus sueños y con su futuro; para crear en nuestro país, más atraso, más desempleo, más miseria, más angustia, más lágrimas...

El romántico autor del inolvidable Soldadito de plomo, no pudo presentir siquiera que mucho tiempo después de su muerte, ocurrida en Copenhague en 1875, compatriotas suyos auspiciarían a quienes multiplican brutalmente los soldaditos asesinados y mutilados de nuestra patria; a quienes asesinan sin piedad a los valerosos y jóvenes soldados colombianos -campesinos en su mayor parte-, cuyo único pecado es tratar de imponer el orden en una nación acosada salvajemente por una guerrilla que hace mucho tiempo dejó de tener ideales para convertirse en una banda de narcotraficantes y en el más cruel verdugo de las gentes humildes que algún día dijo querer defender. ¿Cómo es posible entonces, que estos forajidos tengan acogida en algunas organizaciones europeas y reciban de ellas apoyo económico y militar?

La ONG danesa Foreingen Oproer, “Rebelión”, se ocupa de patrocinar criminalmente el horror y el caos no solo en Colombia sino también en algunas otras partes del mundo, lejanas claro está, de su nativa Dinamarca, donde los niños y sus familias sí pueden disfrutar de envidiable tranquilidad. ¿Con qué derecho, los ignorantes desocupados que forman esta despreciable ONG pueden hablar de que los violentos de nuestro país se oponen a una “democracia ilegítima”? ¿Cómo pueden tener la audacia de tildar de ilegítimo a un gobierno democrático elegido mayoritariamente por nuestro pueblo, quienes paradójicamente viven dentro de una monarquía que se basa en el arcaico sistema de sucesión y cuyos miembros gozan además de todas las prebendas que su cargo real les confiere?

¿Acaso Patrick Mac Manus y Cristine Lundgaard, portavoces de esta siniestra organización, no saben que la violencia en Colombia ha dejado cientos de niños mutilados, sin hogar y sin familia? ¿Qué por efecto del accionar de estos grupos violentos 1.200.000 niños han sido desarraigados de sus tierras? ¿Que miles de ellos han sido obligados a tomar las armas y prostituirse, y decenas más han corrido el trágico destino del secuestro? ¿Que somos el país del mundo con mayor número de familias desplazadas por culpa del conflicto armado? ¿Que jamás, en medio de las peores tragedias y embates de la naturaleza se ha visto un gesto generoso de los violentos para con las gentes de menores recursos? ¿Qué sus sanguinarios dirigentes, convertidos hoy en capos del narcotráfico, ordenan sin piedad, entre copa y copa de güisqui faja azul, y desde sus confortables guaridas, los secuestros y las muertes de cientos de vidas inocentes ?

No, señor Mac Manus, no señora Lundgaard: Colombia no necesita que desde Europa se aliente más el odio fraticida y se patrocine la compra criminal de armas para matarnos entre hermanos; lo que necesitamos urgentemente en nuestro país son escuelas, hospitales y sobre todo, paz y tranquilidad para poder labrar fecundamente nuestros campos y para construir un país en donde nuestros niños puedan por fin soñar felices y tranquilos con su futuro.

En el bicentenario del nacimiento de un soñador como Hans Christian Andersen, y en este mes dedicado mundialmente a honrar a la infancia, sería muy conveniente que los felices niños de Dinamarca pudieran leer los cuentos de terror y de muerte que la guerrilla y organizaciones como la danesa “Rebelión” les están haciendo escribir con sangre y sufrimiento inenarrable a los niños de Colombia.




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