Los
Mayas, un pueblo enigmático
El final
de los tiempos, vaticinado por los mayas
en su calendario, ha despertado incluso entre los más escépticos una prudente
expectativa. A estas alturas muchas personas cuentan ya los meses que faltan para
que la profecía se haga realidad, y otras, que no le dan mayor credibilidad a este tipo de oráculos, elaboran todo tipo de conjeturas acerca del sentido real de esta profecía y la relacionan más bien con un cambio espiritual o una nueva era para la humanidad.
Profetizar el fin del
mundo no es algo tan insólito como puede parecer. Desde siempre se ha venido
hablando de un “próximo” e inevitable apocalipsis. A todo lo largo de la
historia, religiones, astrólogos y hasta la misma ciencia han vaticinado el fin
de los tiempos; pero la gran diferencia entre esas predicciones y las de
los Mayas es que estos fijaron una fecha exacta para este conturbador evento: 21
de diciembre de 2012.
Y es que para los Mayas, esto del fin del mundo no era una noción vaga o abstracta, sino
algo concreto y real. Su vida, sus siembras, la previsión de los desastres naturales, su cosmogonia toda, estaban regidas por los
astros.
Con base en la observación de los cuerpos celestes crearon un calendario sorprendente y complejo, pero muy acertado. Para configurarlo utilizaron diversos cómputos, algunos aparentemente opuestos entre sí. Por ejemplo, para las fechas a corto plazo empleaban una combinación de dos referencias: un año lunar de 260 días (año sagrado o tzolkin), y un año solar de 365 días (año civil o haab). Para fechas a largo plazo utilizaban otro sistema, llamado la Cuenta Larga, de base fundamentalmente vigesimal.
Con base en la observación de los cuerpos celestes crearon un calendario sorprendente y complejo, pero muy acertado. Para configurarlo utilizaron diversos cómputos, algunos aparentemente opuestos entre sí. Por ejemplo, para las fechas a corto plazo empleaban una combinación de dos referencias: un año lunar de 260 días (año sagrado o tzolkin), y un año solar de 365 días (año civil o haab). Para fechas a largo plazo utilizaban otro sistema, llamado la Cuenta Larga, de base fundamentalmente vigesimal.
Una efemérides a la que le dieron
singular importancia fue al 11 de agosto del 3114 a.C., representada por ellos
como 13.0.0.0.0, fecha en la que según sus cálculos el cuarto mundo fue
destruido. Esta fecha iba seguida del día 1, escrito como 0.0.0.0.1., cuando se
supone que empezó el quinto mundo, o sea, el actual. La teoría hoy generalizada
es que el calendario maya terminará cuando se alcance de nuevo el 13.0.0.0.0,
que según nuestro calendario gregoriano coincide con el 21 de diciembre de
2012, fecha en la que los mayas
auguraron el acabose.
Está por verse, si la profecía se
convierte en demoledora realidad, pero entre tanto surgen muchas preguntas: ¿Quiénes eran los mayas? ¿Qué buscaban en las estrellas con tanto
ahínco? ¿Quizá las señales de su propia decadencia? ¿O algo aun más terrible?
Para intentar absolver aunque sea en parte estas preguntas es
necesario adentrarnos un poco en la historia de esta asombrosa civilización.
El mayor
conocimiento que se tiene de los mayas es, quizá, el que nos brinda la obra Relación de las cosas de Yucatán (1566), de Franciscano
Diego de Landa, un monje que llegó con los conquistadores españoles a México en
1549 y que convivió durante varios años con los sobrevivientes de los antiguos Mayas,
cuya vida y costumbres se dedicó a observar.
Landa analizó sus escritos, compilados en códices (vertidos en un sustrato de mayor calidad que el papiro de los egipcios) y luego los tradujo al español. No obstante, en su intento de convertir a los aborígenes al cristianismo cometió uno de los peores crímenes perpetrados contra la historia y la cultura: quemó la mayoría de esos códices.
Solo se conservan cuatro de esos valiosos testimonios, y es a través de ellos y de las profusas inscripciones que dejaron los Mayas en muros y esculturas cómo hemos podido llegar a conocer fascinantes facetas de esta enigmática civilización. Valga anotar aquí que el complejo sistema de escritura maya es el único verdaderamente estructurado de la América precolombina. Hoy estos signos y jeroglíficos nos cuentan su historia.
Por sus grandes avances en el
campo científico, a los Mayas se les ha llamado los griegos de la América
prehispánica. Se desconoce a ciencia cierta cuál es su origen pero se cree que hace unos diez mil o veinte mil años antes de Cristo
sus antepasados vinieron de Asia, atravesando el estrecho de Behring, en
Alaska, al aprovechar el congelamiento de sus aguas.
Esta teoría es la más aceptada ya que se apoya en la similitud de las características antropológicas entre los actuales grupos mayas y los asiáticos. Entre estas características similares se encuentran: el pliegue epicántico de los párpados, el parecido en las líneas de la mano, la baja estatura, la escasa barba, el pelo negro y lacio, y la mancha mongólica que se observa en los niños y que desaparece a los diez años aproximadamente.
Habitaron la región sur y sureste de México ( estados de Campeche, Chiapas, Tabasco y Yucatán) y América Central ( Belice, Guatemala, Honduras y el Salvador). Allí, sin la rueda y sin herramientas especiales, construyeron ciudades majestuosas y templos imponentes como Palenque, Bonampak, Chichen Itzá, Tulum, Kabah, Uxmal, Mayapán y Tikal, en las cuales rindieron tributo a sus dioses durante varias generaciones.
Esta teoría es la más aceptada ya que se apoya en la similitud de las características antropológicas entre los actuales grupos mayas y los asiáticos. Entre estas características similares se encuentran: el pliegue epicántico de los párpados, el parecido en las líneas de la mano, la baja estatura, la escasa barba, el pelo negro y lacio, y la mancha mongólica que se observa en los niños y que desaparece a los diez años aproximadamente.
Habitaron la región sur y sureste de México ( estados de Campeche, Chiapas, Tabasco y Yucatán) y América Central ( Belice, Guatemala, Honduras y el Salvador). Allí, sin la rueda y sin herramientas especiales, construyeron ciudades majestuosas y templos imponentes como Palenque, Bonampak, Chichen Itzá, Tulum, Kabah, Uxmal, Mayapán y Tikal, en las cuales rindieron tributo a sus dioses durante varias generaciones.
Los Mayas poseían profundos conocimientos en arquitectura,
en astronomía, en matemáticas (concibieron el concepto del rectángulo), y desarrollaron
su propia escritura. Los
primeros logros conocidos de la astronomía maya se remontan a 3.400 años antes
de la era actual.
Algunas de sus observaciones astronómicas son bien conocidas, como por ejemplo, el eclipse lunar del 15 de febrero de 3379 a.C. ¿Cómo sabemos esto? Porque en 1922, cuando se descubrió en el norte de Guatemala la ciudad perdida de Tikal, se encontraron en ella cuarenta estelas de piedra esculpidas en las que se reseñaban estos acontecimientos. En la estela diez se muestra una imagen del zodiaco basado en la eclíptica, que es el paso del Sol a través de las constelaciones fijas. Estas estelas se conservan en el Parque Nacional de Tikal.
Algunas de sus observaciones astronómicas son bien conocidas, como por ejemplo, el eclipse lunar del 15 de febrero de 3379 a.C. ¿Cómo sabemos esto? Porque en 1922, cuando se descubrió en el norte de Guatemala la ciudad perdida de Tikal, se encontraron en ella cuarenta estelas de piedra esculpidas en las que se reseñaban estos acontecimientos. En la estela diez se muestra una imagen del zodiaco basado en la eclíptica, que es el paso del Sol a través de las constelaciones fijas. Estas estelas se conservan en el Parque Nacional de Tikal.
El conocimiento astronómico maya era
patrimonio de la clase sacerdotal, la cual gozaba de enorme prestigio social. Les
obsesionaban las estrellas y se pasaban la vida entera estudiando el cielo. Todas
los templos mayas estaban alineados con el movimiento de la bóveda
celeste. La vida del pueblo se regía por las normas y predicciones de los
sacerdotes.
El calendario maya es uno de los mayores logros de la humanidad. Su idea del movimiento de los cuerpos celestes se basaba en la concepción cíclica de la historia, y utilizaron la astronomía como herramienta para conocer la influencia de los astros sobre el mundo.
Los Mayas fueron junto con el Antiguo Egipto, Babilonia
y la Antigua Grecia, una de las cuatro civilizaciones que
desarrollaron el concepto del cero, con lo cual alcanzaron cifras muy elevadas
en sus cálculos. Los romanos fueron excelentes teólogos, historiadores, oradores,
hombres de leyes e ingenieros y lograron realizar admirables construcciones y
acueductos, pero comparados con los mayas fueron malos matemáticos, y su
desconocimiento del cero frenó o dificultó muchas de sus estupendas
realizaciones.
Kin, Uinal, Tun, Katún, Baktún
Los mayas conocieron la raíz cuadrada del rectángulo e incluso
se cree que conocieron también el número áureo, una proporción que se da en los
animales, la naturaleza e incluso en el cuerpo humano con la relación de 1
a 1,618. Si se mide la distancia de la cabeza al ombligo y del ombligo a los
pies, la proporción será muy cercana al 1,168: la divina proporción.
Kukul Kan para los mayas y Quetzal Coatl, la Serpiente Emplumada para otras culturas del altiplano central de México, era considerado un dios y adorado como tal. Se le representaba como un hombre de características caucásicas muy diferentes a las de los mayas, blanco, de ojos azules y larga y sedosa cabellera. Según la leyenda tenía un cráneo elongado, y quizá por esto muchas mujeres de la nobleza amarraban tablas a los cráneos de sus hijos con el fin de conseguir ese efecto.
Kukul Kan apareció un día entre los mayas, convivió con ellos durante un tiempo y les trasmitió sus conocimientos y su sabiduría, hasta que un día se marchó por el mar prometiendo que volvería luego de un largo exilio. Cuando años más tarde los conquistadores españoles llegaron a sus costas, los nativos de esas tierras creyeron en un principio que se trataba del retorno de Kukul Kan o Quetzal Coatl.
Hacia el año 250 de nuestra era ya existían en
Mesoamérica reinos poderosos que continuamente se enfrascaban en guerras
sangrientas y fratricidas. A diferencia de Roma o de los Incas, los Mayas no
eran un imperio sino una serie de reinos rivales que competían constantemente por
la hegemonía. Precisamente en uno de estos grandes reinos, llamado Palenque, gobernó
Pacal el Grande, cuya historia linda con la leyenda.
Corría el año 611 y Palenque, en los límites del
mundo maya, estaba contra las cuerdas. Luego de una terrible batalla contra uno
de los reinos vecinos, Bakaal, el monarca reinante, falleció a consecuencia de
las heridas recibidas en combate. El desconcierto cundió entonces entre sus
súbditos, pues Bakaal no tenía herederos. Los ancianos sacerdotes optaron,
entonces, por una medida salvadora y original: acudieron a una extraña mujer de
la nobleza, Sak K’uk, que vivía en una población cercana a Palenque con su
pequeño hijo y le pidieron que regresara a Palenque para que el niño fuera
coronado como el nuevo rey. La mujer accedió al pedido de los sacerdotes.
Es el año 615 d.C. y Pacal Votan, el nuevo rey,
tiene solo doce años al momento de ser coronado. Sak K’uk, su madre, cuida del
trono durante más de diez años, al cabo de los cuales Pacal Votan asume en
pleno su carácter de gobernante y declara ante su pueblo que su madre es la
personificación de la primera madre, la madre creadora de los hombres y de los
dioses. Con ello declara ante su pueblo su origen divino. Durante su reinado, Palenque
alcanzó un esplendor y una sofisticación nunca antes vistos, lo que le valió al
monarca el calificativo de Pacal el Grande.
Forjó alianzas con los vecinos, desarrolló la agricultura y construyó impresionantes edificaciones, entre ellas el palacio principal, de más de seis mil metros cuadrados, testimonio de su grandeza. Ya al final de su reinado, Pacal el Grande encargó la construcción del templo más complejo y notable que hubiesen emprendido los mayas: el Templo de las Inscripciones. En 683 d.C. el niño que se había convertido en uno de los grandes reyes mayas falleció y fue enterrado con gran pompa. Pero su tumba solo sería conocida por el mundo doce siglos después. H
K’inch B’ahlan llevó el poderío maya a su mayor
esplendor. Diseñó el complejo de tres pirámides que sería su legado a la
historia. Encargó a sus ingenieros que levantaran tres estructuras; el grupo de
la Cruz Foliada, una de las construcciones más hermosas del mundo maya, y el Templo
del Sol. Gobernó del 684 al 702.
Pasaron dos siglos, y de pronto, en el siglo IX
de nuestra era, la civilización maya despareció de manera definitiva y
misteriosa. No se ha podido establecer con certeza a qué se debió este colapso;
ese es uno de los muchos enigmas que rodean a ese pueblo. Algunos estudiosos
han especulado, sin embargo, acerca de lo que pudo haber ocurrido. La siguiente es una de esas teorías:
Alejados de ríos y lagos los Mayas temían a las
sequías, pues dependían de las lluvias estivales, que caían solo durante cinco
meses del año. En 869 se produjo una intensa sequía en las tierras bajas de las
selvas centroamericanas y la vida se convirtió en una tortura. Los Mayas
estaban desesperados. La comida y el agua escaseaban. Cientos de miles murieron
de hambre. Nada pudo salvar al pueblo maya de esa tragedia. El pueblo dejó de
creer en el poder de sus líderes y sacerdotes para aplacar a los dioses, y una
vez perdida la fe que los mantenía unidos, las grandes ciudades fueron
abandonadas y sus poderosos reyes y sacerdotes desaparecieron o fueron
asesinados por el pueblo enfurecido y desesperado. La cultura maya, llegó a su fin, y
a partir de entonces el bosque se convirtió en el silencioso guardián de su legado.
Como dato anecdótico, hoy los descendientes de
los mayas que sobrevivieron a ese antiguo apocalipsis continúan practicando
muchas de sus antiguas costumbres, entre ellas, la de implorar a los dioses la
llegada de la lluvia con ancestrales ceremonias.
Luego de la desaparición de la civilización maya
sus ciudades, construidas de manera por demás singular en lo más recóndito e
inhóspito de las húmedas selvas mesoamericanas, fueron invadidas por la manigua.
La lujuriante jungla tropical se apoderó de sus palacios, pirámides y
edificaciones todas, y ocultó su esplendor a la mirada de los intrusos. El
silencio y el olvido resguardaron durante varios siglos sus vestigios.
A principios del siglo XIX empezaron, sin
embargo, a circular alrededor del mundo rumores de antiguos monumentos
escondidos en las selvas guatemaltecas y mexicanas; relatos que fueron tomados
por la gran mayoría como invenciones o narraciones fantásticas.
No obstante, algunos exploradores sí les dieron crédito y se sintieron
fuertemente motivados a investigarlos. Los primeros que se internaron en
las junglas de América Central en el siglo XIX descubrieron, con sorpresa, las
ruinas de un pasado que parecía perdido para siempre. Toda la grandeza del
pueblo maya surgió, entonces, frente a sus ojos: pirámides, palacios, templos
que hasta entonces permanecían sepultados en la inmensidad del follaje salieron
a la luz y mostraron su grandeza. El mundo quedó deslumbrado.
En 1839 el
norteamericano John Stephens y el artista inglés Frederick Catherwood llegaron a Centroamérica y se
aventuraron por las tupidas selvas de Honduras en busca de los restos de esa
antigua civilización. A Stephens se le considera como el gran descubridor de la
cultura maya.
Dibujo de Copan realizado por Frederick Catherwood
Otro expedicionario que desdeñó los peligros de la selva llevado por su afán de aventura y de conocimiento fue el inglés Alfred Percival Maudslay, quien visitó la región de 1881 a 1891. Él fue el primero en estudiar las ciudades mayas con un criterio científico. Analizó cuidadosamente los motivos esculpidos en los edificios, y una de las cosas que le llamó poderosamente la atención fue la
frecuencia con la que los mayas grabaron la figura de la serpiente en los muros.
Otro expedicionario que desdeñó los peligros de la selva llevado por su afán de aventura y de conocimiento fue el inglés Alfred Percival Maudslay, quien visitó la región de 1881 a 1891. Él fue el primero en estudiar las ciudades mayas con un criterio científico. Analizó cuidadosamente los motivos esculpidos en los edificios, y una de las cosas que le llamó poderosamente la atención fue la
frecuencia con la que los mayas grabaron la figura de la serpiente en los muros.
Como los primeros
códices mayas traducidos eran de carácter religioso, la comunidad científica
llegó a pensar que este era un pueblo pacífico que vivía de manera natural en
la selva dedicado al estudio de las estrellas. Durante décadas muchos
investigadores supusieron que las versiones españolas de los siglos XVI y XVII
en las que se hablaba de terribles y sangrientos sacrificios humanos eran
resultado de prejuicios para denigrar de las culturas indígenas. Algunas corrientes “proindígenas” habían negado siempre que
existiesen esos sacrificios y torturas, y argüían que probablemente los textos de
los conquistadores mentían.
Pero en años recientes los arqueólogos han
descubierto y siguen descubriendo numerosas evidencias físicas que corroboran
las versiones españolas, aunque contradicen sus cifras. El arqueólogo Leonardo
López Luján, afirma: “Ahora tenemos la evidencia física para corroborar los
antecedentes escritos y gráficos dejados por los españoles”.
Quien primero descubrió esta oscura faceta de la cultura maya y la dio a conocer al mundo fue el suizo Carlos H. Frey, quien en 1941 se internó en la selva lacandona y convivió por largo tiempo con los nativos. Como concesión muy especial, los indígenas accedieron a enseñarle su ciudad sagrada, mantenida por ellos en estricto secreto. Guiado por los propios nativos el explorador se internó selva adentro y abriéndose paso por entre la más tupida vegetación llegó hasta Bonampak, un reducto maya en ruinas al que seguían acudiendo los nativos a realizar sus ofrendas.
Cuál no sería su sorpresa al observar los grabados e inscripciones que cubrían los muros interiores, en los cuales se representaban vívidamente los sangrientos sacrificios humanos y las terribles torturas, que hacían parte de la cotidianidad de la vida maya.
Las pinturas de Bonampak
datan del siglo VIII d.C., y a través de ellas en 1946 el mundo conoció,
atónito, este aspecto sombrío de la cultura maya. Los murales están pintados en
rojo, el color de la vida para los mayas. Según se puede apreciar en ellos, a las víctimas les extraían el corazón o las decapitaban,
las acribillaban a flechazos, las desgarraban, las despedazaban, las
aplastaban, las despellejaban, las enterraban vivas o las arrojaban desde lo
alto de los templos.
Una crueldad
reservada probablemente para los prisioneros de guerra fue la extracción de las
entrañas. Una de las imágenes muestra un sacrificio ritual de un prisionero que
atado a un cadalso de madera es atacado por un grotesco personaje armado de lanza, mientras los músicos tocan
tambores y trompetas. Es una de las más terribles imágenes de tortura ritual, y
muestra que tortura y sacrificio solían ir juntos.
Muchos otros
hallazgos mayas se han venido sucediendo a lo largo del tiempo. Uno de los más
espectaculares fue el descubrimiento en 1952 de la tumba de Pacal el Grande, realizado
por el arqueólogo francés nacionalizado mexicano Alberto Roux Lhuillier. La
tumba se encuentra en el Templo de las Inscripciones, una pirámide escalonada que
es quizá la edificación más importante de Palenque.
La noticia recorrió el mundo y sorprendió a todos porque este hecho rompió con la creencia, vigente hasta ese momento, según la cual las pirámides egipcias eran tumbas, y las americanas, templos. A la entrada de la hasta entonces hermética tumba, cuyos muros estaban decorados con profusión de imágenes, se encontraron seis esqueletos: una mujer y cinco hombres jóvenes, sacrificados probablemente al momento de la inhumación. El cuerpo había sido cubierto con cinabrio rojo, un veneno más letal que el cianuro y sobre el rostro llevaba una máscara de jade, ya deshecha, y tenía pupilas de obsidiana. Llevaba también un pectoral, un brazalete en cada muñeca y anillos de jade en cada uno de los dedos de las manos.
La noticia recorrió el mundo y sorprendió a todos porque este hecho rompió con la creencia, vigente hasta ese momento, según la cual las pirámides egipcias eran tumbas, y las americanas, templos. A la entrada de la hasta entonces hermética tumba, cuyos muros estaban decorados con profusión de imágenes, se encontraron seis esqueletos: una mujer y cinco hombres jóvenes, sacrificados probablemente al momento de la inhumación. El cuerpo había sido cubierto con cinabrio rojo, un veneno más letal que el cianuro y sobre el rostro llevaba una máscara de jade, ya deshecha, y tenía pupilas de obsidiana. Llevaba también un pectoral, un brazalete en cada muñeca y anillos de jade en cada uno de los dedos de las manos.
Empero, una
de las cosas que más llamó la atención en la magnífica tumba y que se ha
prestado a todo tipo de conjeturas, es el grabado que aparece sobre la pesada losa
funeraria. Se trata de un hombre que, curiosamente, tanto por su extraña
postura como por los objetos que lo rodean parece estar piloteando una nave en
medio de palancas y controles.
Hay mucha controversia con respecto a las
hipótesis planteadas por el científico y novelista ruso Alexander Kazantev,
quien asegura que en ese grabado está representado un hombre manejando una nave
espacial. Como quiera que sea, el personaje es conocido ahora por todos como
“el astronauta de Palenque”.
Muchos otros
hallazgos sorprendentes siguen haciéndose en las selvas de Centroamérica.
Misterios que todavía no se esclarecen, como el de la Reina Roja, cuya tumba
fue encontrada en 1990 también en Palenque, Chiapas, en la subestructura de uno
de los templos anexos al Templo de las Inscripciones. Su féretro estaba pintado
íntegramente de rojo, y su cuerpo y la máscara de malaquita que cubría su
rostro estaban revestidos de cinabrio, lo que hizo que sus huesos adquirieran
un color rojo vivo; de allí el calificativo de Reina Roja.
Vestía lujosos atuendos, y una colección de más de mil piezas, collares de jade, perlas, agujas de huesos y conchas cubrían el esqueleto. En los extremos del sarcófago se encontraron los cuerpos de un adolescente y de una mujer que se supone fueron sacrificados para acompañar a la Reina Roja en su viaje final. ¿Quién era esta dama que mereció el honor de ser enterrada en un sarcófago cuando la mayoría de los cuerpos se enterraban directamente en la tierra, y en toda Mesoamérica solo se han hallado dos sarcófagos de piedra? Pues bien, se cree que esta mujer fue Tzakbu Ajawm, la esposa de Pacal el Grande. Por tanto, y esta es una deducción que hago a título personal, quizá el mismo monarca ordenó y presenció su sepultura, puesto que según se ha establecido el hecho ocurrió en el año 672, doce años antes de que Pacal el Grande falleciera. Parece lógico, ¿verdad?
Vestía lujosos atuendos, y una colección de más de mil piezas, collares de jade, perlas, agujas de huesos y conchas cubrían el esqueleto. En los extremos del sarcófago se encontraron los cuerpos de un adolescente y de una mujer que se supone fueron sacrificados para acompañar a la Reina Roja en su viaje final. ¿Quién era esta dama que mereció el honor de ser enterrada en un sarcófago cuando la mayoría de los cuerpos se enterraban directamente en la tierra, y en toda Mesoamérica solo se han hallado dos sarcófagos de piedra? Pues bien, se cree que esta mujer fue Tzakbu Ajawm, la esposa de Pacal el Grande. Por tanto, y esta es una deducción que hago a título personal, quizá el mismo monarca ordenó y presenció su sepultura, puesto que según se ha establecido el hecho ocurrió en el año 672, doce años antes de que Pacal el Grande falleciera. Parece lógico, ¿verdad?
Los descendientes de los mayas aún habitan en la región. Viven dentro de las fronteras de su
viejo imperio en pequeñas aldeas que parecen ajenas al paso del tiempo. Cosechan
la tierra tal y como lo hacían sus ancestros y cultivan muchas de sus más
antiguas tradiciones. Están divididos en varios grupos étnicos que hablan
alrededor de treinta dialectos. Entre ellos están los lacandones, tojolobales,
tzotizils y tzeltals. El extenso inventario de recursos culturales y naturales
del mundo maya incluye diecisiete sitios declarados patrimonio de la humanidad
por la Unesco.
El re descubrimiento de esta civilización es una de las aventuras más apasionantes de la historia de la arqueología. Las difíciles condiciones geográficas y climáticas de la región no han detenido la marcha de los exploradores en su búsqueda de los tesoros Mayas. De día en día surgen nuevos y sorprendentes hallazgos. Hay quienes no dudan en sugerir que esta cultura tuvo posibles contactos con seres extraterrestres, y sustentan su aserto en las sorprendentes figuras de la orfebrería y de la cerámica maya recientemente descubiertas.
El re descubrimiento de esta civilización es una de las aventuras más apasionantes de la historia de la arqueología. Las difíciles condiciones geográficas y climáticas de la región no han detenido la marcha de los exploradores en su búsqueda de los tesoros Mayas. De día en día surgen nuevos y sorprendentes hallazgos. Hay quienes no dudan en sugerir que esta cultura tuvo posibles contactos con seres extraterrestres, y sustentan su aserto en las sorprendentes figuras de la orfebrería y de la cerámica maya recientemente descubiertas.
Al terminar este artículo acerca de tan enigmático pueblo en el que de manera por demás contradictoria se mezclaron su cultura y asombrosos conocimientos, con sus instintos salvajes y crueldad, no puedo menos que reflexionar en el misterio insondable de su ocaso y en la insoportable fugacidad que acompaña a todas las realizaciones humanas.
Aunque la perturbadora
profecía maya del ya cercano 21 de diciembre de 2012 no resulte tan apocalíptica como algunos piensan, creo que la expectativa que ella ha generado mantendrá vivo por mucho tiempo el interés por
continuar conociendo nuevos hallazgos de estos antiguos pobladores de Mesoamérica.
Desde ya, ¡un placentero 21 de diciembre para todos ustedes,
amables lectores!
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