miércoles, 14 de julio de 2010

Ya lo decía yo...

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Cristal
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La actitud incalificable de Ingrid Betancourt al querer demandar al Estado colombiano por su secuestro demuestra hasta dónde está dispuesta a llegar esta mujer cegada por la ambición y por el deseo de figurar.
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A las pocas semanas de su liberación y en medio de la euforia general y la simpatía que despertaba su figura de ex secuestrada empecé a analizar y cuestionar sus declaraciones; algo en ellas me hacía presentir desde entonces cómo sería su comportamiento futuro. Pero la mía era en ese momento una voz en el desierto. Mera suspicacia y antipatía, decían algunos. El tiempo, no obstante, me ha dado la razón. Lo que nunca pude imaginarme es que su gran ambición la llevaría a asumir una actitud tan vergonzosa e injusta hacia el Estado colombiano. Una actitud que le ha granjeado no solo la antipatía y el desprecio de todos los colombianos sino también la de sus propios compatriotas franceses.

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Reproduzco a continuación la columna que escribí en octubre de 2008 a tres meses de su liberación.

*************La imperceptible levedad del cambio…

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Los hombres suelen, si reciben un mal, escribirlo sobre el mármol; si un bien, en el polvo.
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Leonor Fernández Riva

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Lentamente, de forma casi imperceptible, ha ido surgiendo en las palabras de Ingrid Betancourt el lenguaje de su propia ambición.Esas primeras y espontáneas expresiones llenas de sincero agradecimiento y absoluto deslumbramiento ante la increíble operación de inteligencia que la liberó de su secuestro van quedando poco a poco relegadas ante su propio deseo de figuración.


Los multitudinarios homenajes que ha recibido en Francia, país para el cual –no nos engañemos- no existe ni existirá, fuera de Ingrid ningún otro secuestrado digno de ser liberado, han ido calando en su ego y en su aparentemente promisorio futuro electoral. La liberté, fraternité y felicité han ido dejando paso a la ambiocioné.
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“Uribe no sería presidente sin las FARC”, aseguró en determinado momento, minimizando con sus palabras los méritos y la inmensa entrega de uno de los mejores Presidentes en la historia de Colombia y olvidando que ella tampoco estaría recibiendo todos esos homenajes si no fuera por las FARC. Los hombres no pueden analizarse apartándolos de su entorno y de las circunstancias que les toca vivir. En ese caso, Charles de Gaulle tampoco hubiera sido presidente de Francia de no ser por la Segunda Guerra Mundial. Me pregunto: ¿Sería capaz nuestra ilustre ex secuestrada de afirmar eso en su segunda (¿o primera?) patria?
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Qué pena tener que contradecirla, señora Betancourt, pero aunque Álvaro Uribe termine con la guerrilla – como lo está haciendo- todos los colombianos de bien votaremos por él nuevamente, si vuelve a postularse, para que disfrute así de un merecido periodo sabático presidencial y demuestre con su inteligencia y grandeza lo que puede conseguir un hombre de su talla en épocas de paz. Porque aunque ella y todos los demás candidatos lo soslayen, para cualquier presidente futuro de Colombia será mucho más fácil gobernar el país después de Uribe.
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Tal vez el champaña está empezando a subírsele a la cabeza a nuestra ilustre ex secuestrada, pero es bueno que sepa que al menos aquí en Colombia su popularidad marcha pareja con su actitud y con las expresiones cálidas y agradecidas que tuvo en los primeros momentos de su liberación hacia nuestro Presidente, hacia su Gobierno y hacia el Ejército Nacional. Leve, imperceptiblemente todavía, Ingrid Betancourt ha empezado a cambiar su discurso.
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Quisiera equivocarme, pero mucho me temo que ese cambio se irá tornando radical conforme aumente el diálogo con personas como su madre, como su hermana, como Chávez, como Piedad Córdova…y a medida que aumente también su ambición de poder. Pero cuando llegue ese momento se dará cuenta de que, imperceptiblemente al principio pero evidentemente después, también irán cambiando los índices de su aceptación y popularidad entre el pueblo colombiano porque, al contrario de lo que sucede en Francia, aquí en Colombia valoramos sinceramente la acción esforzada, inteligente y sacrificada del Presidente Álvaro Uribe Vélez y estamos conscientes de que Ingrid Betancourt no era ninguna secuestrada especial, sino una más entre los cientos de víctimas en poder de la guerrilla a las que no podemos olvidar.
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Hay una frase de Tomas Moro que siempre me ha hecho reflexionar acerca de la ingratitud y la frágil memoria del ser humano: "Los hombres no solamente suelen olvidar los beneficios recibidos, sino que llegan hasta a odiar a quienes se los otorgaron."



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