miércoles, 27 de marzo de 2013

La Moringa, un árbol realmente excepcional




El 21 de marzo de cada año ha sido  establecido por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), como el Día del Árbol. Muchos países tienen sus propios Día del Árbol, pero esta fecha fue fijada por la FAO al reflexionar en que en este mes es cuando los países del mundo se encuentran, en promedio, más alejados del invierno, fecha en la cual  es más difícil plantar árboles. 
Pensando precisamente en este día, que para mi tiene una especial significación,  he querido hablarles hoy, queridos amigos, de un árbol realmente excepcional, calificado por la comunidad científica mundial como "el árbol milagroso". Se trata, de la moringa oleífera, cuyas propiedades, como verán, son  efectivamente, casi que milagrosas. Supe de su existencia y de sus sorprendentes cualidades,  por un ingeniero agrónomo amigo que presta asesorías en el África,  quien al volver de una de sus visitas a ese continente me confío con sincero entusiasmo su conocimiento de este  portentoso árbol.
La moringa oleífera pertenece a la familia de las moringáceas, arbustos y árboles muy extraños,  nativos de la India. Crece en lugares áridos en los cuales no sobreviven otros árboles. Se erige así como un presente milagroso que brota precisamente en esos parajes para aliviar el hambre de poblaciones famélicas. La existencia de esta leguminosa era conocida desde hace ya muchos años en África y especialmente en Senegal, pero sus asombrosas propiedades nutritivas y medicinales solo hace poco empezaron a ser difundidas al resto del mundo,  luego de que en la década de los noventa,  en Malawi, un país situado al sudeste de África, los médicos sin fronteras empezaron a utilizar sus hojas y frutos para enfrentar con sorprendente éxito la grave desnutrición de la población. Desde ese momento la moringa comenzó  a ser conocida como "el árbol milagroso" o "el árbol de la vida".

A pesar de sus extraordinarias propiedades, la moringa no es ciertamente el más atractivo de los árboles.  Su crecimiento puede sobrepasar los diez  metros de altura, pero tiene una apariencia desgarbada. Sus ramas brotan por aquí y por allá sin ningún orden y luego se cubren de vainas; unas vainas largas y delgadas de entre 20 a 40 centímetros, que contienen en su interior semillas oleaginosas, de las cuales se extrae un aceite que puede emplearse de diversas maneras, una de ellas como comprobado purificador del agua. Pero si bien, la moringa oleífera, no es un árbol especialmente hermoso, es,  sin lugar a dudas,  un verdadero cofre de tesoros. Contiene propiedades inusuales que cubren en muy alto porcentaje diferentes necesidades básicas. Según el Departamento de Agricultura de los Estados Unidos contiene 18 de los 20 aminoácidos que forman los bloques constituyentes de las proteínas que se encuentran en el cuerpo humano. Es una de las pocas plantas que posee los nueve aminoácidos esenciales para nuestro cuerpo. Todas sus partes se utilizan: sus hojas, su tronco, sus raíces, sus flores, sus frutos y hasta sus semillas. Sus hojas son una fuente muy rica de proteína, algo poco usual en los vegetales. Al contrario de la soya, que no puede ser consumida por muchas personas por ser alergénica, debido probablemente a la forma en que están presentes en ella las proteínas, la moringa no tiene ese tipo de limitación, quizá porque contiene las proteínas  en una forma mucho más simple y fácil de digerir. Exceptuando la corteza, todas sus partes convertidas en polvo son utilizadas 

actualmente en África para adicionarlas a la leche y otros líquidos en el tratamiento de niños y adultos desnutridos. Numerosos programas de organizaciones no gubernamentales que trabajan con la población infantil mal nutrida de Senegal,  usan cocidas las hojas de esta planta para alimentar a niños anémicos y desnutridos y han logrado con esta dieta su rápida recuperación.
El alto contenido de vitaminas presente en la moringa ha despertado un genuino interés de los científicos alrededor del mundo sorprendidos tanto por su contenido nutricional como por sus cualidades medicinales. 
Sus hojas se consumen en ensalada (las verdes tienen más vitaminas que las secas),  pero también se pueden usar como condimento para la comida; en ellas se encuentra selenio, vitamina E, vitamina A y antioxidantes. Contienen más betacaroteno que las zanahorias, más proteínas que las arvejas, más vitamina C que las naranjas, más hierro que la espinaca, y tanto potasio como las bananas. 


Las semillas se pueden comer como maní  o pueden ser utilizadas para preparar aceite. Con las flores y frutos se elaboran jugos de muy grato sabor. Según se dice, quienes los consumen ya no pueden prescindir de ellos. Sus semillas encierran en su interior un aceite muy fino que sirve tanto para cocinar como para uso cosmético. 

Cuando se abren las vainas y salen las semillas, éstas ya están listas para comer.  Se preparan igual que las habichuelas y su sabor es similar al del fríjol tierno.  Por su alto contenido de calcio, hierro, fósforo y vitamina C, su consumo ayuda  a prevenir la osteoporosis y  otros trastornos producidos por deficiencia de alguno de estos nutrientes, como  la anemia y el escorbuto,  se ha comprobado que  el calcio contenido en estas semillas supera cuatro veces al de la leche.  Las flores y las hojas tiernas cocinadas al vapor son un  sustituto muy efectivo de la carne. Más de la tercera parte del contenido de las semillas es aceite de alta calidad, rico  en ácidos grasos insaturados  y muy parecido al aceite de oliva. Se usa en la preparación de ensaladas, pero también tiene un uso industrial como combustible para lámparas y motores de vehículos. Lo mejor de este aceite es que  no se pone rancio con el paso del tiempo. 


Moringa oleifera hojas aisladas sobre fondo blanco Foto de archivo - 15420661Pero la moringa posee también   propiedades medicinales.  Según investigaciones de médicos franceses la infusión de sus hojas  supuestamente cura la diabetes pues baja  los niveles de la glucosa y la regula. Su ingesta reduce también el colesterol, normaliza la presión alta y es buena contra el asma por su efecto regulador y regenerador.  En investigaciones  realizadas por el Departamento de Bioquímica de la Universidad de Bombay se encontró en la moringa una sustancia llamada pterigospermina, de acción antibiótica. El  Departamento de Farmacia de la Universidad John Hopkins y el Centro de Quimioprotección del Dorothy Cullman Cáncer, comprobó  que una sustancia llamada isothiocianate, presente en esta planta, tiene acción antibiótica contra la bacteria Helicobacter pylori, causa frecuente de gastritis,  y en algunos casos, de cáncer de estómago. Además de la pterigospermina se han aislado en esta planta dos hormonas: una,  llamada zeatina y otra, conocida como niazimicina.

moringa oleiferaSus semillas,  trituradas, luego de sacarles el aceite,  se aprovechan en muchas poblaciones de África   para purificar  eficazmente el agua.  En los campos,  cuando el agua de los ríos está turbia, los nativos ponen en sus recipientes semillas de moringa y a los pocos minutos el fango ha sido captado por éstas. Un beneficio incalculable para muchas poblaciones del Tercer Mundo a la cuales no llegan las bondades del agua potable ni del desarrollo. La infusión de estas semillas ha  sido utilizada también con éxito en personas asmáticas para mejorar su dificultad respiratoria, si bien por los riesgos de producir efectos sobre el corazón no se aconseja este uso. Aunque se ha comprobado  que los efectos secundarios son escasos, su ingesta excesiva puede producir sueño, dolores estomacales o algunas ronchas. En Japón,  se están llevando a cabo investigaciones al respecto. En Santo Domingo, donde su cultivo se ha propagado intensamente se ha propuesto declarar a la moringa patrimonio nacional. Hay quienes allá testimonian cura de diabetes, de asma y hasta de cáncer. 

Eso es lo que hace extraordinario a este árbol y que tiene interesada a la comunidad científica: sus múltiples aplicaciones.


Probablemente serán necesarias todavía muchas investigaciones para establecer la bio disponibilidad de todos los nutrientes de la moringa, pero en algunos lugares del mundo no pueden esperar a que concluyan esas investigaciones.

En África la mayoría de los niños en proporción del 30% y hasta el 40% mueren por desnutrición antes de cumplir los cinco años,  y muchos de los que sobreviven padecerán toda su vida física y mentalmente las consecuencias de esa desnutrición. La moringa puede convertirse  salvación para esos pueblos. De hecho, la moringa era conocida  en África desde hace muchos años. En Senegal se empleaba como alimento y  como medicina, pero la forma en que la preparaban hacía que perdiera muchos de sus nutrientes. Hoy, con ayuda de organizaciones de salud han aprendido a conservar sus propiedades y este árbol se ha convertido en una verdadera esperanza para esas poblaciones desnutridas.

 Como dato curioso, se sabe que Fidel Castro, en Cuba, es un fanático de las propiedades nutritivas de la moringa oleífera, que hace pocos años fue introducida a la Isla. Se cree que a su consumo se debe su sorpresiva recuperación física. En uno de sus últimos artículos Fidel propone su cultivo masivo como alternativa para proporcionar alimentación y empleo a muchos cubanos.

Al tratar cuestiones medioambientales, solemos centrar nuestra  atención únicamente en las especies animales o en los ecosistemas en peligro de extinción, pero dejamos al margen o prestamos menos interés a los árboles, que son la base de los ecosistemas y tienen un papel fundamental en la naturaleza. No resulta del todo descabellada la pregunta que alguien me formuló en una ocasión: ¿Están desapareciendo los árboles?  Lamentablemente, la  respuesta en muchos casos es: sí. 

Sí, amigos, cerca de catorce millones de hectáreas de bosque desaparecen al año en el mundo.  Muchos árboles centenarios que han acompañado la historia del hombre y que entre los anillos de su tronco guardaban el devenir  de la humanidad, así como también,  otras  muchas especies de árboles que poblaban nuestros bosques y que en muchos casos, no alcanzaron a ser  conocidos, investigados o valorados, han desaparecido en el último siglo víctimas de incendios, talas, enfermedades, ganadería o proyectos urbanísticos.  Aunque la causa de su muerte pudo deberse a plagas, insectos o incendios forestales, con mayor frecuencia  se produjo debido  a la mano del hombre. La desaparición de los árboles implica también la desaparición de las especies asociadas a su hábitat. Una pérdida difícil de cuantificar porque los árboles tanto de los bosques como de las zonas rurales y urbanas, dan cobijo a una riquísima comunidad de plantas y animales que los eligen para refugiarse o alimentarse. 

Al reflexionar en las cualidades nutricionales y curativas de la moringa, el "árbol de la libertad", como también se le conoce en Centroamérica, y  cuyas admirables características tan solo ahora empiezan a ser valoradas,  no puedo menos que reflexionar en los cientos de árboles y plantas  que a lo largo de los dos últimos siglos hemos extinguido   desaprensivamente de nuestros bosques sin llegar siquiera a conocer sus propiedades. 

 Acerca de esa actitud depredadora del ser humano guardo también una experiencia personal de la que no puedo sentirme muy orgullosa. En Ecuador, hermoso país de Sudamérica en el cual tuve la suerte de residir durante muchos años, disfruté la posesión de una finca en el bosque húmedo, un lugar paradisiaco situado a 30 kilómetros de Quito. Llegar allá después de más de cinco horas de viaje por una estrecha carretera llena de precipicios convertía cada periplo en toda una odisea. Por aquellos días no pesaban sobre mis hombros muchos almanaques y la emoción de la aventura compensaba con creces las incomodidades del trayecto.
 Lo nuestro no era propiamente una finca, como pomposamente la llamábamos, sino una jungla, poblada de cientos de árboles inmensos y plantas exuberantes. Una vegetación lujuriosa habitada por una multifacética biodiversidad. En cada viaje solíamos encontrarnos por la carretera decenas de tracto mulas cargadas de inmensos troncos. Al contemplarlos, una especie de sobresalto, de pesadumbre me embargaba. Esos troncos eran los vestigios de árboles centenarios y gigantescos nativos del lugar que seguramente se estaban extinguiendo sin remedio. Poco a poco, sin embargo, con el paso del tiempo, los encuentros con aquellos camiones cargados de troncos se fueron espaciando hasta casi desaparecer. 


El bosque húmedo había rendido tributo a la feroz actitud depredadora de quienes lo colonizaban y en ese proceso había perdido irremediablemente,  sus más preciosos y longevos habitantes.

Pero como así son las cosas, un día, en el empeño de que aquella finca de recreo se convirtiera también en tierra productiva, iniciamos en ese paraje privilegiado una implacable depredación. Contagiados por el afán ganadero de la zona, nos propusimos transformar todo ese bosque  en potreros para pastar ganado.  Y así, ante nuestro ambicioso empeño, fueron sucumbiendo árboles gigantescos y centenarios para dar paso a hectáreas y hectáreas de pasto. Extensos pastizales,  semejantes a gigantescos campos de golf.

¿Cuántas moringas oleíferas desaparecieron ? Es difícil saberlo. Solo sé que el daño infringido a la naturaleza fue irreversible e irreparable. Muchas de esas especies nativas no podrán ya nunca ser recuperadas;  desaparecieron sin que sus propiedades alcanzaran a ser  investigadas o valoradas. Ante el avance de ese aparente desarrollo, el paisaje de nuestra finca fue perdiendo irremediablemente su encanto. Los mágicos manchones de amarillo generados a lo largo del año por la floración de decenas y decenas de guayacanes,  dejaron de observarse.  Uno que otro árbol aislado se empeñaba sin embargo  en seguir floreciendo solitario entre los pastizales, pero ya no volvimos a observar en las altas copas de los árboles las miríadas de tucanes y las bandadas de loras parlanchinas. Con sus vistosos plumajes y sus voces chillonas, se marcharon  hacia áreas de bosque más pobladas. Solo el ganado, ignorante de su destino, siguió pastoreando  desprevenido por los extensos pastizales.

Aunque el espíritu ambicioso del hombre y las leyes del progreso parecen estar en constante contrapunteo con las leyes de la naturaleza he podido observar que circunstancias muy diferentes rodean la desaparición de las especies animales de las de las plantas.  Si a una especie animal, por ejemplo, se le atribuye algún beneficio nutritivo, medicinal o afrodisíaco, esa especie corre el peligro cierto de ser exterminada rápidamente, pero en el caso de las plantas y de los árboles,  afortunadamente ocurre lo contrario.


 Si  a una especie vegetal cualquiera se le atribuyen  especiales beneficios, es cultivada y reproducida extensivamente. Eso es,  lo que afortunadamente,  ha ocurrido con la moringa oleífera que luego de conocerse sus cualidades es cultivada masivamente en varias regiones de la India y de África, como también en Camboya, Taiwan, Skri Lanka, y en varios países de América Central y de América del Sur.

En momentos en que según datos de la FAO ochocientos millones de personas pasan hambre en el mundo y unos doscientos millones de niños sufren malnutrición; cuando  cada año, aproximadamente once millones de menores de cinco años mueren como consecuencia directa o indirecta del hambre o de una alimentación inadecuada o insuficiente, y otros millones padecen enfermedades relacionadas con la falta de vitaminas y minerales  o por  la contaminación de los alimentos y del agua, la moringa oleífera se constituye en una verdadera esperanza para las poblaciones del Tercer Mundo.

¿ No lo creen así, amables lectores?

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4 comentarios:

  1. Muchas Gracias por presentarnos esta información sobre este árbol maravilloso que afortunadamente se da en estor países en donde la gente tiene poco o nada que comer, seguramente que con todas las propiedades que tiene ayudará a calmar el hambre,alimentar y a sanar muchas enfermedades de una forma sana y natural.
    Ojalá pronto se realicen cultivos de este "árbol milagroso" en nuestro país Colombia.

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  2. Ojala tu comentario llegue a los ojos de alguien que pueda hacer algo positivo con este árbol maravilloso

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  3. Leonor, precisamente estuve en la Unión, Valle, Colombia, el jueves santo, marzo 28 de 2013, porque me invitaron a una gira poética, allí había feria del mecato en la plaza principal, todos los fines de semana la están haciendo. Al acercarme a un puesto de estos, feliz porque pensaba que eran crispetas aquello que estaba en una bolsa empacado me dijo la encargada: estas son semillas del árbol de moringa y empezó a explicarme para qué servia y cómo sembrarlo. Tengo en mis manos estas semillas y leo tu artículo, Leonor. Gracias porque al quien le entregaré estas semillas entenderá muy bien de qué se trata.
    Abrazos, Ana María

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  4. Las raíces de la Moringa tienen propiedades diuréticas

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