Amigos lectores:
Sé que para aquellos de ustedes que me leen alrededor del
mundo, la carta que ahora comparto, tal vez no tenga interés ni trascendencia
porque se trata de la respuesta a un comentario de un columnista muy regional de la ciudad de Cali, Colombia, acerca del cierre de
Impresora Feriva S. A., la empresa gráfica fundada por mis padres en esta ciudad hace
sesenta años. Una empresa que nació pequeña pero que a lo largo del tiempo se
convirtió en un icono de la industria gráfica de la región.
Como ocurre con muchas empresas familiares, la nuestra sufrió en la tercera generación el alejamiento de los principios y valores morales impresos en ella por sus fundadores y pasó a convertirse en fuente de riqueza personal para los administradores. Al descubrir las múltiples irregularidades y los descalabros cometidos en su manejo, la Junta Directiva asumió su control y me nombró gerente general de la misma. Recibí una empresa aparentemente próspera, pero en escombros. Una empresa de papel que hacía mucho rato, vivía del nombre. Para resumir, amigos, fueron tres años de un esfuerzo denodado pero infructuoso por tratar de sacarla adelante. No pudo ser. Con el cierre de la empresa empiezan a aparecer libelos como el que ahora respondo, de personas que sin conocer las causas de lo sucedido tienen la irresponsabilidad de escribir columnas sesgadas, injuriosas y atentatorias contra el buen nombre de quienes luchamos incansablemente por tratar de salvar una empresa en crisis. La siguiente es la respuesta a una de esas columnas.
Como ocurre con muchas empresas familiares, la nuestra sufrió en la tercera generación el alejamiento de los principios y valores morales impresos en ella por sus fundadores y pasó a convertirse en fuente de riqueza personal para los administradores. Al descubrir las múltiples irregularidades y los descalabros cometidos en su manejo, la Junta Directiva asumió su control y me nombró gerente general de la misma. Recibí una empresa aparentemente próspera, pero en escombros. Una empresa de papel que hacía mucho rato, vivía del nombre. Para resumir, amigos, fueron tres años de un esfuerzo denodado pero infructuoso por tratar de sacarla adelante. No pudo ser. Con el cierre de la empresa empiezan a aparecer libelos como el que ahora respondo, de personas que sin conocer las causas de lo sucedido tienen la irresponsabilidad de escribir columnas sesgadas, injuriosas y atentatorias contra el buen nombre de quienes luchamos incansablemente por tratar de salvar una empresa en crisis. La siguiente es la respuesta a una de esas columnas.
Señor:
Mario Fernando Prado
Mario Fernando Prado
Columnista
El País
Mario
Fernando:
Registro
con indignación, y no poco desconcierto, las expresiones que se permite usted
realizar en su columna acerca de las causas del cierre de Feriva. Siempre lo
creí un periodista con criterio; una persona que antes de escribir sobre algo
investigaría y analizaría los diferentes puntos de vista, las situaciones que
rodearon un hecho. Qué pena que en este caso en particular, quizá por la
amistad y la cercanía que tiene usted con los dos personajes que cita en su
columna, su criterio haya estado sesgado.
Le
confieso que en un principio dudé en contestarle, porque no suelo dar
importancia a las palabras que no la tienen. Si cambié luego de parecer, fue
porque creo que no es equitativo que un periodista utilice la plataforma que le
brinda un medio de comunicación para emitir juicios acerca de circunstancias
que desconoce.
Como hija
de José Fernández Morgado y Antonieta Riva Herrera, fundadores de
Impresora Feriva y como la persona de la familia que más comprendió y
valoró la lucha y el coraje de mis padres por sacar de la nada un
patrimonio para sus hijos, testimonio que he dejado plasmado en el libro EL
CORAJE DE UN HOMBRE (libro que usted ya conoce), en especial en
las páginas finales en donde expreso algunas de las causas de la reciente
crisis de FERIVA (páginas que pasó usted por alto en su columna), pero además, como gerente general de la empresa durante los
cuatro últimos años, debo expresarle mi más enérgico rechazo a las afirmaciones
que con tanta ligereza se permite hacer acerca de las situaciones que
llevaron a la liquidación de la empresa.
Afirma
usted entre otras cosas, que Rodrigo y Ernesto “fueron sacados a sombrerazos de
la empresa”. Afirmación por completo reñida con la verdad. Debe usted
saber que el exgerente financiero de Feriva renunció
a su cargo cuando se le comprobó que prestaba dinero en forma personal a
los empleados de la empresa con intereses de agio de 5 y 10% mensuales,
aprovechando precisamente que no les pagaba a tiempo la nómina. Eran muchas las
arbitrariedades cometidas por el exgerente contra los empleados, entre ellas,
hacerles firmar su carta de renuncia al ingreso a la empresa.
Alguna
vez, mi hermano Ernesto, quien era por aquellos días el gerente general y
conocía perfectamente a su sobrino, me advirtió:
“Leonor,
si me llega a pasar algo y no puedo continuar en la gerencia, ven y siéntate en
mi puesto, no vayas a permitir de ninguna manera que sea Rodrigo quien ocupe
este cargo. Eso sería lo último que le podría pasar a Feriva”.
Fueron
muchas, innumerables, las irregularidades que se le comprobaron al exgerente
financiero a través de varias auditorías. Por ellas, tiene interpuesta ante la
Fiscalía una demanda penal en su contra. Es, por cierto, sumamente
elocuente que a su retiro de Feriva, ninguna
empresa le haya ofrecido un cargo ejecutivo. Su conducta era conocida en el
medio.
Varios
meses después, sin embargo, también renunció el gerente general, pues
dado su carácter iconoclasta y singular, que como bien lo expresa usted en su
columna, “lo llevaba hasta a aconsejar a sus clientes en materia sexual” (tema
del que entiendo, es un experto), y debido también a su dictatorial manera de
desempeñar la gerencia, prefirió renunciar antes que someterse a las
normas de corrección, transparencia y disciplina que implantó en adelante la
Junta Directiva en el manejo de la empresa.
Debe usted
saber, Mario Fernando, que los socios habíamos depositado nuestra absoluta
confianza en quienes la administraban. Feriva estuvo
manejada en forma autocrática durante casi veinte años. Durante todo ese tiempo
nunca se permitió a los socios, ajenos a la administración, conocer las
interioridades del manejo de la empresa y mucho menos, los sueldos millonarios
de los administradores, sus millonarias bonificaciones que llegaban cada
diciembre a más de treinta millones de pesos para cada uno y sus múltiples
prebendas entre las que estaban el canje de obras de arte por trabajos. Obras
de arte que iban directamente a manos del gerente financiero y del
gerente general sin ningún beneficio para Feriva.
Cuando la
Junta Directiva asumió el control de la empresa no lo hizo por gusto. Había
serios indicios de que algo en la empresa no marchaba bien. La nueva
administración recibió una empresa enferma. Grave. “Los buenos resultados y las
inmensas perspectivas” de que usted habla en su columna, eran solo una fachada
que escondía un estado lamentable: un altísimo endeudamiento con casi cinco mil
millones de pasivo, sin cupos de crédito en los bancos, cartera incobrable por
cuatrocientos millones de pesos, setecientos millones de inventario en proceso,
pérdidas de más de mil millones por la compra de un equipo chino convertido en
chatarra a los pocos meses de adquirido (compra realizada con la “calificada”
asesoría de Iván Gómez, cuñado del exgerente) contratos leoninos, equipos de
producción en pésimo estado de mantenimiento, contratos
laborales riesgosos para la empresa. Y mucho, mucho más.
Para que
tenga usted una mejor idea de la calidad moral de quienes apoya en su columna,
es bueno que conozca que desde el instante mismo de su salida de Feriva, los miembros
de la anterior administración hicieron correr el rumor de la inminente
quiebra de la empresa. Sabían, desde luego, el estado catastrófico
en el que la dejaban y lo difícil que sería remontar semejantes pérdidas, pero
sobre todo, estaban conscientes de la prevención que ese tipo de rumores
causaría en el sector comercial y financiero.
Pero
no contentos con esto se dedicaron con enconada y feroz saña a realizar
campañas difamatorias en contra de la nueva administración; a llevarse a la
competencia los mejores clientes de la empresa; a realizar continuas y
desgastantes denuncias ante la Superintendencia de Sociedades con el único fin
de entorpecer la marcha de la empresa; a interponer en contra de Feriva demandas
millonarias laborales por completo injustas y a apoyar en sus demandas
laborales a los funcionarios corruptos que tanto daño causaron y de cuyos
contratos irregulares la anterior administración era la única responsable, y a
realizar una interferencia continúa en el funcionamiento y producción de
la empresa valiéndose de personal interno desleal con la
organización. Todo, con el único y malsano propósito de liquidar la
empresa de la que ya no podían lucrar, sin reflexionar que Feriva era la
única fuente de sustento para más de cien trabajadores.
Propósito
que quedó claramente manifiesto cuando la revisora fiscal le preguntó a
Marisol Fernández Chois, hermana del ex gerente financiero; “¿Qué fin
persiguen ustedes con todas estas denuncias y campañas en contra de la
empresa?”. Y ella contestó con inaudito desparpajo: “Queremos que se liquide”.
Por eso,
Mario Fernando, aunque usted y el Valle del Cauca lamenten hoy el cierre
de Feriva, y usted publique un controvertido réquiem por la empresa,
debe saber que hay personas para las que este momento es de triunfo y de
alegría.
Y
volviendo a su columna, quiero aclararle que es también falso lo que usted
afirma de que con la nueva administración "la litografía entró en barrena
en Feriva”. No, Mario Fernando, nuestra calidad no solo se mantuvo, sino
que mejoró.
Realizamos
los dos últimos años obras tan exigentes como el renombrado calendario de
Propal, antes impreso en Bogotá, pero confiado a Feriva precisamente
por nuestra excelente calidad. O como, la biografía del maestro Pedro Alcántara,
una obra realmente excepcional tanto por su contenido como por su impresión y
terminados. Y así como éstas, muchas, muchas otras obras que nos colman de
orgullo. La calidad y la excelencia de nuestra producción nunca
disminuyeron. Por el contrario, la mística por el libro y por la palabra
impresa, valores heredados de nuestros fundadores, nunca tuvieron como en esta
administración una entrega y una dedicación más honesta, calificada y
comprometida.
Fueron
otras las causas que llevaron a la Feriva a su
liquidación. Causas que se vinieron gestando a lo largo de muchos años y que
hicieron crisis con la claudicación de la tercera generación a los principios
de su fundador.
Admito sin
embargo, que tiene usted razón en algo: con el cierre de Feriva se cierra
en Cali y en el Valle del Cauca una empresa con una mística especial por el
arte de hacer libros, una empresa gráfica cuya dedicación y amor por la palabra
impresa y por el acompañamiento y asesoría a los escritores, trascendía con
mucho la parte comercial y económica.
Como hija
de José Fernández Morgado y Antonieta Riva Herrera, fundadores de Impresora Feriva, ostento
con orgullo los apellidos Fernández Riva. Por mis venas, como por las de mis
padres, corre también tinta de imprenta. Mi contribución a las letras y
a la palabra impresa no termina con el cierre de la empresa.
Continuaré, ya sea, como escritora, poeta, columnista o
editora, recorriendo los caminos literarios con la misma mística de mi
padre, porque mi pasión y mi razón de vivir es el Libro, y porque sé, que
aunque físicamente Feriva deja hoy de existir, su espíritu y su legado
marcarán una etapa imborrable en nuestra región y en quienes la conocieron.
Para
concluir, Mario Fernando, y luego de hacer claridad sobre las verdaderas causas
que llevaron a la liquidación a Feriva, acudo a
su espíritu de equidad, de responsabilidad periodística y a la verdad que debe
caracterizar las expresiones de una persona que como usted influye en la
opinión pública, para que realice, por el mismo medio y con el mismo
despliegue periodístico y radial con el cual -y quiero creer que por
desconocimiento de los hechos- faltó contra el buen nombre al que tienen
derecho fundamental todas las personas, y muy especialmente quienes lo único
que hicimos fue luchar denodadamente por salvar una empresa, la correspondiente aclaración
y rectificación.
Quedo a la
espera de esa rectificación.
Leonor
María Fernández Riva
Hija de
José Fernández Morgado y Antonieta Riva Herrera
Fundadores
de IMPRESORA FERIVA S. A.
Réquiem por Feriva
Registro con nostalgia el cierre de Feriva, una impresora de libros de toda clase desde los más sencillos y elementales hasta obras del más sofisticado calado, amén de trabajos comerciales de toda índole tales como tarjetas, folletos, informes, material de punto de venta ,etc. en los que compitió con calidad, buenos precios y religioso cumplimiento.
Fundada por José Fernández Morgado, de origen cubano, y su señora María Antonieta Riva, oriunda del Perú, y ambos fallecidos, jamás pensaron que iban a ser sus hijos los que así como llevaron a Feriva a la cúspide, así también la llevarían a la quiebra y a su inminente cierre.
Fernández Morgado y su señora llegaron a Cali a buscar futuro por allá en los años 30. Experto linotipista, se convirtió en uno de los pioneros de esta actividad que dio pie a que montara una tipografía por los lados de San Nicolás, la que en el año 1973 se convirtió en Feriva y pasó de la impresión en caliente, como se llamaba antes, al sistema ofsset, al mando de la cual colocó a su hijo Ernesto, quien capoteó varias dificultades financieras. Sin embargo y por problemas de familia, Ernesto fue retirado de la empresa asumiendo la gerencia una de sus hermanas quien no pudo sacarla adelante volviendo a tomar las riendas de la compañía en unión de su hermano, el brillante economista Javier Fernández Riva -quien fuera director de Anif- y el hijo de este, Rodrigo Fernández Chois, trilogía que catapultó a la editorial a su punto más alto.
Estamos hablando del final del siglo pasado y los comienzos de este en que Ernesto, el mejor corrector de estilo por mi conocido, un sabio en materia gramatical y un verdadero mecenas de jóvenes artistas, ayudaba a cuanto escritor aparecía a sacar sus libracos, se ganaba junto con Rodrigo todas las licitaciones y convocatorias de las universidades, entidades públicas y privadas llegando a tener más de más de 150 empleados, conquistando una fama nacional e internacional francamente envidiable.
A Feriva acudían escritores de todas las pelambres, desde el poeta vaciado hasta el novelista esperanzado y desde el gran empresario hasta el alcalde de cualquier pueblo que deseaba salir del anonimato. A todos los atendía con profesionalismo e interés y les daba consejos que llegaban hasta la parte sexual, tema en el que fungía como un verdadero experto.
Fueron miles y miles los títulos que imprimió Feriva muchos de ellos propios e incluso mensualmente editaba un plegable-catálogo en el que informaba acerca del lanzamiento de los libros que habían sido impresos en ese lapso.
Sin embargo y no obstante los buenos resultados y las inmensas perspectivas que se avisoraban en el futuro cercano, otra crisis familiar sacudió a Feriva. Tiempo después de haber muerto Javier, Rodrigo y Ernesto y por aquellas cosas de las mayorías accionarias, fueron sacados a sombrerazos y a pesar de ser socios, debieron retirarse entrando la litografía en barrena.
Fueron miles y miles los títulos que imprimió Feriva muchos de ellos propios e incluso mensualmente editaba un plegable-catálogo en el que informaba acerca del lanzamiento de los libros que habían sido impresos en ese lapso.
Sin embargo y no obstante los buenos resultados y las inmensas perspectivas que se avisoraban en el futuro cercano, otra crisis familiar sacudió a Feriva. Tiempo después de haber muerto Javier, Rodrigo y Ernesto y por aquellas cosas de las mayorías accionarias, fueron sacados a sombrerazos y a pesar de ser socios, debieron retirarse entrando la litografía en barrena.
Pese a haberse acogido a la ley que de reestructuración de pasivos, Feriva no aguantó y está en proceso líquidatorio. Con su cierre se cierra un triste capítulo de la ya muy precaria difusión de las letras y las artes en nuestra región y parece escucharse en los talleres de Feriva la pregunta de muchos escritores: “¿Y ahora quien podrá imprimirnos?”.
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